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Milan Kundera “El libro de la risa y el olvido”

Dra. Adriana Villicaña Martínez • Directora de UNIVA Plantel Uruapan

 

Conocí a Milan Kundera por su libro La insoportable levedad del ser, el cual leí en 1998, cuando ya salía como novia de mi ahora esposo. Durante la pandemia, revisando la biblioteca en casa, él mantenía en una de las secciones este otro título del mismo autor: El libro de la risa y el olvido (1982), el cual, leí -entre descanso y descanso- sobre mi tumbona.

En respuesta a las publicaciones de Milan Kundera, quien fue privado de su nacionalidad por el gobierno checoslovaco, el autor reflexionaba: “Cuán difícil me es manifestar mis ideas y expresar con la libertad que tengo, en derecho y pensamiento, aún en el Facebook…” al señor Kundera le privaron de su nacionalidad por considerar sus ideas como un riesgo a la seguridad del Estado; a cuántos de mis amigos no han descansado en sus perfiles por hablar de quienes “quizá no debían”. Pero ¿Han cambiado los tiempos? O hemos sido nosotros mismos quienes nos limitamos a ejercer el derecho, ganado por las y los guerreros que nos han antecedido en esta lucha por la libertad de expresión.

Me pierdo entre mis pensamientos. No solo sus libros son expresiones que impulsan a la libertad del pensamiento, al manifiesto de las emociones y de los sentimientos, sino que incluso la portada de sus libros me resultan hasta controversiales, llamativas, que enganchan, cuestionan, abruman y despiertan la curiosidad.

Comparto que cuando exploro una biblioteca o alguna librería -además de consultar a mis autores predilectos- me gusta revisar nuevos títulos, leer las solapas, admirar los diseños de las portadas y las contraportadas, ver si está o no empaquetado y en el mejor de los casos, si se tiene un ejemplar disponible para hojear; la suma de todo esto es lo que me hace elegir o no, un libro… y si voy a adquirirlo, por respeto a mi bolsillo también valoro su costo.

Se acerca mi perrita Kika, la subo a la tumbona y regreso al texto, “… Él se siente responsable de su destino, pero su destino no se siente responsable por él. Tenía con respecto a su vida la relación que tiene el escultor con la escultura o el novelista con su novela. Uno de los derechos inalienables del novelista es el de reelaborar su novela. Si no le gusta el comienzo puede cambiarlo o tacharlo. Pero Zdena le negaba a Mirek los derechos de autor. Zdena insistía en quedarse en las primeras páginas de la novela y en no dejarse tachar” (Pág. 22).

Seamos capaces de escribir nuestras propias historias y por qué no, de contarnos buenas y agradables historias, recuperando la esperanza y regresando a nuestro pivote para ser personas de bien sin negar las realidades, pero construyendo la vida que deseamos. Pararnos en responsabilidad y crear la vida que soñamos. ¿Quién tiene las respuestas? Tú, busca el diálogo contigo mismo, busca en tus silencios y revisa lo que te duele, habla solo para espejearte, decide y no permitas que alguien más decida por ti.

Regreso al texto y varias páginas después: “Digámoslo de otro modo: Toda relación amorosa se basa en una serie de convenios que, sin describirlos, los amantes establecen imprudentemente durante las primeras semanas de amor. Están todavía como en sueños, pero al mismo tiempo redactan como abogados implacables las cláusulas detalladas del contrato. ¡Oh amantes, sed cautelosos durante esos peligrosos primeros días! Si le lleváis el desayuno a la cama os veréis obligados a hacerlo siempre, a menos que queráis ser acusados de desamor y traición”.

Me pierdo otros 20 minutos en mis pensamientos, revisando cuáles han sido nuestros convenios de pareja y cuáles mantenemos vigentes después de 18 años de casados; creo que valdría la pena renegociar algunos, intercambiar unos cuantos y aclarar, eliminar e incluso prescindir de otros tantos “… tendré de qué hablar con él por la noche” pienso cuando se acerca a dejarme un vaso con agua fresca y se tumba junto a mí. Sigo leyendo entre sorbo y sorbo.

“En las primeras semanas quedo decidido entre Karel y Marketa que Karel iba a ser infiel y que Marketa se resignaría a soportarlo, pero en cambio Marketa tendría el derecho de ser la mejor y Karel se sentiría culpable delante de ella. Nadie sabía mejor que Marketa lo triste que es ser el mejor. Era la mejor solo porque no le quedaba otra posibilidad…” Caray… me termino perdiendo de nueva cuenta, otros muchos minutos más en el pasado, recordando… pero mejor dejo el tema para la siguiente semana; prefiero no caer en esas reflexiones tan profundas y más, en vísperas de nuestro aniversario… me parece que bien puede esperar una o varias semanas más.

 

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