Ana Karen Guzmán y Diego Hernández Bojórquez • Alumni Ciencias de la Comunicación
Actualmente escuchamos en muchos espacios hablar sobre la empatía, parece ser un tema que está de moda. Siempre será positivo, claro, que un valor sea un fenómeno del que se hable constantemente, si con ello se logra un cambio en nuestro comportamiento social. El problema llega cuando existe incoherencia entre lo que decimos, por ser una convicción propia, y el cómo realmente actuamos, entonces tal vez desconocemos lo que es realmente la empatía.
Empatía es comprender los sentimientos y emociones que podría experimentar una persona en situaciones específicas, intuir cómo influiría en alguien más una acción directa o indirecta. En pocas palabras ponernos en los zapatos del otro, o mínimo no ser egoístas y tratar de informarnos o ser conscientes de las situaciones en las que se encuentran los demás.
Reconocer a una persona como alguien similar a nosotros es el inicio, pues de esa manera nos volvemos solidarios. El siguiente nivel es tener ese reconocimiento con los grupos que históricamente se han encontrado en posiciones vulnerables como las mujeres, la comunidad LGBTQ+, los afromexicanos, o las comunidades indígenas, que piden se reconozcan sus derechos para terminar la discriminación de la que han sido víctimas. Si comprendemos un poco más la situación en la que se encuentran estos grupos tendríamos una sociedad más digna para todos.
Como individuos, desearíamos que los demás sean empáticos hacia la comunidad a la que pertenecemos, que nos validen y garanticen nuestros derechos, o que incluso no se sientan agredidos por nuestros privilegios. Y es en ese momento, cuando podemos caer en un doble discurso: Nos quejamos de las acciones que otros tienen, que nos molestan, y comenzamos a utilizar la “burla” o la viralización como un golpe a todo aquello que nos es indiferente o incómodo.
Las redes sociales se han convertido en un espacio donde la empatía es un tema que predomina en el diálogo público, pero de la misma manera son la plataforma donde se demuestra lo mucho que nos falta de ese valor dentro de la sociedad.
Estas mismas tienen el poder de convertir a alguien en una celebridad fugaz pero también de condenar a otros al escarmiento social, por eso no debemos confundir el ser empático con ser simpáticos. Muchas veces creyendo que causamos gracia, nos enfocamos en nuestra popularidad olvidando a los demás, y por ello esparcimos chismes, saciamos nuestro morbo, revelamos información privada que no nos pertenece o nos burlamos a costa de otras personas, sólo por entrar al famoso tren digital de la crítica. Todo ello, sin cuestionarnos cómo puede afectar a una persona involucrada directamente con el suceso, o sin importarnos que esto pueda impactar negativamente en la imagen de alguna institución que representamos, esto solo nos lleva a estar «escupiendo al cielo».
Tenemos que aprender a ser responsables y tomar consciencia de lo que consumimos y compartimos en dichas redes. La asertividad es una cualidad que debe de estar presente en todo lo que posteamos o comentamos, ya que así el diálogo que se genere será respetuoso y empático.
¿Cómo generar dicha comunicación asertiva? Sencillo. Al compartir información siempre debes conocer la fuente oficial donde se ha generado, y no difundirla si dicha fuente es de dudosa procedencia o maneja tonos amarillistas. La desinformación puede generar odio o temor hacia fenómenos o personajes.
Intenta no ser impertinente. Recuerda que lo que a ti te “causa gracia”, puede ofender a alguien. De igual manera, no desvirtúes la labor de otros, así como sus movimientos, mucho menos si nunca has investigado sobre ellos como para tener un argumento negativo. No hay algo peor que la gente que juzga, sin conocer lo que critica, sólo por querer tener más seguidores o visitas en sus perfiles.
Nosotros, como una generación que se desenvuelve comúnmente dentro de la web, debemos de conocer los riesgos que conlleva el usar redes sociales. Pero nuestro trabajo no deberá deparar ahí, también debemos de mejorar estos espacios para que cualquiera pueda sentirse integrado en el diálogo social, y no en la opacidad. Mucho menos como objeto de burla. Seas quien seas.
Utilicemos nuestras cuentas sin abusar del poder que tenemos en el anonimato o la viralización, porque nunca sabemos cuáles pueden ser las consecuencias de nuestros memes o discursos de odio. Recordemos que la salud mental y la protección de cada miembro de la sociedad, debe competernos a todos.