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“Déficit de naturaleza” El Reto de la educación actual: ¿Niños y estudiantes encarcelados?

Dr. Juan Manuel Madrigal Miranada • Docente UNIVA Uruapan

 

La expresión “trastorno de déficit de naturaleza” (TDN) es de Richard Louv, en su libro “El último muchacho en el bosque” (2005), Last child in the woods, editado en español (2012) como Volver a la naturaleza, Barcelona: Integral. Louv define la expresión TDN como “una atrofia de la conciencia, una disminución de la capacidad para encontrar sentido a la vida […]” (p. 24, edición española), lo cual afecta la salud física, mental y social.

Louv habla del “vínculo roto” en el ser humano, especialmente en los niños y estudiantes en general, separación de la naturaleza, vínculo hoy sustituido por estímulos electrónicos, por “la sobreexposición a multitud de estímulos fugaces”. Esta desvinculación fue estudiada en el siglo XX por Rachel y Stephen Kaplan quienes evidencian la relación entre los procesos de atención y la fatiga mental.

La “atención dirigida excesiva” (ADE) impide la “atención involuntaria” (AI). La ADE está relacionada con estímulos artificiales, lo cual causa irritabilidad e impulsividad, y este tipo de atención está vinculado a la sensación de encierro y aislamiento. La AI es denominada “fascinación” por los Kaplan, ligada a ambientes naturales, novedosos y muy atractivos.

Estos tipos de atención se dan en un contexto mundial dominado por el divorcio entre naturaleza y cultura, separación que caracteriza al núcleo de la cultura Occidental: la naturaleza es “algo”, un “recurso”, para dominarse y usarse sin medida pues supuestamente es infinita e inagotable. El escenario principal son gigantes empresas trasnacionales destruyendo en todo el planeta los bosques, selvas y otros ecosistemas, guiados miopemente por el afán insaciable de ganancias monetarias.

Por su parte, muchos pueblos originarios se relacionan con la naturaleza como con una gran persona, como alguien con quien se comparte un destino común. La naturaleza y sus miembros son sagrados, hermosos, dignos, valiosos en sí, hermanos; no son simples cosas utilitarias. La naturaleza es una gran familia, Madre Tierra.

Todo esto apunta a que debemos reconsiderar y sanar nuestra relación con la naturaleza. Por su parte, la ciencia ha mostrado que un estrecho contacto con la naturaleza, como los “baños de bosque” (paseos en silencio), nos sanan física, mental y espiritualmente, pues tranquilizan, serenan, pacifican, estimulan la inteligencia y creatividad, agudizan los sentidos, dan sano placer estético y espiritual pues conmueven con su misterio, diversidad, colorido y belleza inaudita…

Los Kaplan enfatizaron, pues, el efecto reconstituyente de natura sobre los procesos atencionales sanos y óptimos. Taylor, Kuo y Sullivan (2001), en Views of nature and self discipline (Journal of Enviromental Psychology, 21), concluyen estudios sobre niños citadinos, y afirman que el contacto regular de los niños con la naturaleza les mejoró la concentración, redujo su impulsividad, aprendieron a retrasar la gratificación, y lograron más autocontrol y autodisciplina. Descubrieron también que hay una estrecha relación entre violencia, dispersión mental y fatiga, debido en gran parte al déficit de naturaleza.

Wells y Evans (2003), en Nearby nature, muestran estudios sobre niños rurales, donde encontraron menos estados de estrés y más resistencia a retos. También documentaron el tratamiento de niños con síndrome de déficit de atención e hiperactividad, y descubrieron que en muchos casos sanó ese déficit debido al contacto sistemático con la naturaleza.

The American Institute for Reserch, en 2005, hizo un estudio sobre la salud y conducta con niños de nulo contacto con la naturaleza, comparándolo con otros con contacto asiduo, lo cual mostró que los segundos tienen amplias ventajas psicológicas de inteligencia emocional y salud. Se descubrió también que el simple ver imágenes (fotos, videos, etc.) de la naturaleza hace diferencias entre los niños, como las ventajas ya señaladas.

E. D. Wilson, en 1979 propuso la Hipótesis de la Biofilia: el ser humano por naturaleza tiene una tendencia empática hacia otros seres vivos. Wilson y Stephen Keller maduraron más tarde esta hipótesis en Nature and childhood development (2005) (Washington, DC, Island Press). Concluyeron que en el fondo, ser social significa “aprecio hacia otros seres” (biofilia).

Richard Louv (citado anteriormente) considera que la “sustentabilidad ambiental” solo puede penetrar más en la conciencia humana, si se centra en la renaturalización de la vida cotidiana (¿Qué consumimos y usamos? ¿Qué implica?).

Louv acepta la “mente hibrida” la cual hace un balance entre el mundo físico y el mundo digital. Cree que el problema no es la tecnología en sí, sino el mal uso de ella, pues está atrofiando “los lóbulos prefrontales” (directores de la orquesta cerebral).

El gran reto, cree Louv, es que los gobiernos, políticos y grueso de la población sean conscientes, se organicen y actúen efectivamente a favor de la naturaleza (nosotros mismos). Hasta hoy, han sido más bien inconscientes, de doble moral, y mezquinamente convenencieros, su fruto amargo: el calentamiento global y todas sus consecuencias.

Comunicación Sistema UNIVA

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