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Adorando a viejos dioses en tiempos posmodernos: el culto a Odín y a los dioses asgarianos

Fabián Acosta Rico • Docente Investigador UNIVA

 

Si politeísmos como el hindú no han dejado de existir, perdurando en la fe popular del pueblo indio desde hace milenios; otros ya dados por extintos renacen como expresiones de un neo-paganismo sintomático y concordante con una globalización cultural y un esoterismo de masas. La globalización, entre otras cosas, sacó a muchos de su aislacionismo religioso, el cual facilitaba la hegemonía de un solo credo en lo local e incluso en contextos más amplios, como el nacional; muchos, por este aislacionismo, no divisamos más fe o religión que la heredada de nuestros padres. Por su parte, el esoterismo de masas se ha encargado de difundir productos culturales para el entretenimiento, cuya narrativa y estética nos recrean ficciones que retratan realidades imaginarias en las que impera la pluralidad y diversidad de lo sagrado y divino.

El término dios se ha abaratado en la jerga de los géneros de fantasías y ficción del cine, la literatura, las series o el anime; semánticamente se le ha desacralizado; dado que cualquier personaje de las sagas contemporáneas recibe el calificativo de dios. Pensar en supra-humanos divinos o profanos se le ha facilitado a los niños y jóvenes nativos digitales, por el hecho de que sus imaginarios, culturales y religiosos, están poblados por infinidad de númenes, dioses, elementales, primordiales y demás seres de fantasía y ficción.

Era casi una consecuencia natural, dadas las tendencias y proclividades culturales globales, en materia religiosa, que los viejos dioses estuvieran de regreso en el culto privado de nuevos creyentes o en el colectivo, un tanto más formal e institucional, de movimientos neo-paganos. Ser neo-pagano en la actualidad no conlleva, al menos no en Occidente, el comprometer la vida, la integridad o el ser segregado socialmente. Insistiendo en el punto, por efectos de la globalización y libertad religiosa, estamos los ciudadanos del mundo más que habituados a oír sobre panteones o familias de dioses antiguos o nuevos; tradicionales o de ficción… En este contexto se ha dado el resurgir del culto a Odín y a los dioses nórdicos y a las doce divinidades Olímpicas presididas por Zeus.

Acerca de las primeras, las divinidades odínicas, los señores de Asgard ya habían sido invocados, proselitista e ideológicamente por la propaganda Nacional Socialista en la búsqueda que emprendieron algunos jerarcas nazis, como Heinrich Himmler, de las raíces de la germanidad soterradas, precisamente, en el folclor y tradiciones precristianas alemanas. El nazismo pretendió ser más que una ideología; sus creadores e impulsores la concibieron como una religión; sí, una religión de estado de tipo neo-pagano. Los viejos mitos eran invocados y exaltados por el discurso nazi para apuntalar la identidad y el orgullo racial y nacional.

El culto religioso ya en forma, libre de tergiversaciones ideológicas, lo empezaron a recibir las viejas divinidades odínicas durante la segunda mitad del siglo pasado en tiempos de la revolución espiritual que tuvo lugar en durante los años sesenta. El rescate de la religión vikinga, rebautizada como Ásatrú, corrió por cuenta de pequeños grupos religiosos de los países de Europa del norte. Existen casos como el de Islandia, Noruega, Dinamarca, Suecia y España, naciones donde la religión Ásatrú tiene el reconocimiento y registro del Estado.

Los dioses a los que principalmente adoran o veneran estas organizaciones neopaganas son los denominados Aesir o dioses de Asgard, hijos de Odín. Otras divinidades menores involucradas en el culto son la Vanir quienes reciben en el Vanaheim, uno de los nueve mundos sostenidos y entrelazados por el árbol cósmico Yggdrasil. La mitología nórdica define a los primeros, a los dioses asgarianos, como las divinidades que presiden y cuidan de las tareas y actos humanos como la guerra, la sabiduría o la venganza. A las segundas, los vanir, o dioses menores les están encomendadas mitológicamente los asuntos de la naturaleza y las faenas más mundanas: como la fertilidad de la tierra, las costas marinas, la navegación… (Guzmán, 2020, pág. 13)

En la cosmología de los pueblos vikingos, ocupa un lugar central Yggdrasil. En el centro de su tronco estaría situado Midgard, el mundo de los humanos o plano terrenal. Contiguo a este de forma ascendente estaría el reino resplandeciente de los elfos de luz. En la cúspide de este ramal cósmico se sitúa Asgard, el cielo vikingo, residencia de los Aesir, el cual estaría conectado con Midgard a través del puente arcoíris llamado Bifrost el cual está vigilado por Heimdal, el Aesir centinela.

El cosmos jerarquizado de la mitología nórdica está regido por un tiempo cíclico que discurre orquestado por el eterno enfrentamiento entre dos linajes divinos y poderosos: por un lado, estarían los dioses, guardianes del fuego y la vida, y por el otro tendríamos a los númenes del hielo, los gigantes. Llegará un tiempo, el Ragnarok, en que todo quede congelado por el aterrador frío cósmico. Los dioses sucumbirán. Encabezando a las huestes celestiales, Thor será vencido por la serpiente Jörmundgander. Sólo unos pocos sobrevivirán; apenas los suficientes para restablecer los mundos y dar comienzo al nuevo ciclo cósmico.

De momento la religión Ásatrú es un culto minoritario; con unos 40 mil practicantes repartidos en países de Europa del norte, España y los Estados Unidos. Su símbolo principal es el Mjolnir o martillo de Thor, utilizado en la antigüedad como amuleto. Como lo hacían sus ancestros vikingos, los nuevos creyentes de la religión Ásatrú realizan sus rituales no en templos, sino en lugares naturales valorados por su tradición como sagrados. Su religión no está centrada en el culto a los dioses; según sus creencias, los inmortales asgarianos no desean nuestro sometimiento y esperan de nosotros que los tratemos con familiaridad. Para la fe Ásatrú, los señores de Asgard son seres arquetípicos y modélicos a los que es menester imitar.

Acorde con la modernidad e influenciada por la filosofía vitalista de Federico Nietzsche y Arturo Schopenhauer, la religión odínica propone a sus seguidores el superarse a sí mismos normando su actuar, siguiendo las nueve nobles virtudes extraídas de su libro sagrado la Edda poética; estas son: valor, verdad, honor, lealtad, hospitalidad, auto-dependencia, disciplina, laboriosidad y perseverancia (Guzmán, 2020, pág. 22).

Este culto neopagano tiene sus variantes o ramificaciones; una de estas es la Vanatrú que se centra en el culto a los dioses Vanir. Por esta predilección, busca sobre todo la armonía entre el hombre y la naturaleza. Otra variante, heredera indirecta del paganismo nacionalsocialismo, es el wotanismo, profesado principalmente en los Estados Unidos por grupos minoritarios anglosajones que defienden y pugnan por la superioridad racial de los blancos. Cabe mencionar que la mayoría de los grupos neo-paganos odinistas se desmarcan de todo supremacismo blanco y repudian a las corrientes wotanistas a las que acusan de desvirtuar y tergiversar el neopaganismo vikingo al contaminarlo con posturas y reivindicaciones racistas ajenas a él (Guzmán, 2020, pág. 22).

 

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