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Judith Jiménez López • Alumni de la Licenciatura en Nutrición UNIVA Guadalajara

 

—Tengo un agujero— me dijo

—Y cuando lo siento me asfixia, me consume. No quiero sentirlo, pero llega.

—Necesito llenarlo con algo. Comienzo buscando aquello que logre sacarme del espacio en el que me encuentro. Como.

—Siento ansiedad. Hice un test sobre eso y ya sé cómo se llama.

—He hecho tanto, he logrado estar en el peso que me gusta, pero hoy estoy pasada del ideal…

—Estoy gordita. Siempre he pensado que no quiero que esto ocupe demasiado espacio de mi mente, debe haber otras cosas.

 

Fue una pequeña pero profunda conversación.

La comparto para que podamos comprender que antes de un peso, de una talla, de un estereotipo hay un ser humano sensible, con una historia, experiencias y vida única; y nos la entrega para ser validada, escuchada, vista. Para cuidarla con profundo respeto.

No soy partidaria de pasar por las tablas de peso ideal a nadie. Ni siquiera a mí misma, que tengo algunos ayeres de vivir la nutrición.

Y no es que en algún momento de mi ejercicio profesional no me haya obsesionado con la locura del peso perfecto, de la cintura de muñeca o la musculatura de hierro. Es un bombardeo masivo y constante. Todos caemos en el pensamiento de “inaceptable”, “inadecuado”.

Pero es necesario conectar con algo más que solo el físico cuando nos encontramos con los otros, con nosotros mismos. Es básico comenzar a entrenar el corazón para que nuestra respuesta vaya más allá de contar las calorías que consume el paciente y recomendarle comer menos. Seguro eso ya lo intentó. Necesitamos sensibilizarnos ante la idea de que ya pasó muchas otras cosas. Que no viene a la consulta para ser juzgada o juzgado o para ser utilizado como promoción si logra sus metas, estas no son para presumirlas en redes como si fueran nuestras. Hemos llegado al punto de usarnos unos a otros como ejemplo de eficacia.

Reducimos nuestras capacidades como profesionista en la salud, a la cantidad de kilos bajados. Es triste escuchar tanto de pacientes, como de “profesionales”, algunas ofertas en redes como: ¡Pierde 10 kilos en una semana! Cuando científicamente, es riesgosa una reducción tan drástica; es un foco rojo de alerta, no de oferta.

Con regularidad necesitaremos entender que esto es a lo que estamos acostumbrados. A publicidad sensacionalista. A milagros en tabletas, jugos de mezclas raras y cremas reductivas.

No es ético, pero todos lo hacen. Me dijo una persona. Otra me contó que su nutrióloga  le dijo que ya no la vería más porque le hacía mala promoción, porque no lograba bajar los kilos de la lista que le mostró el primer día. ¿En qué momento convertimos a las personas en tarjeta de presentación? Cuando hacemos eso reducimos la ciencia a cenizas, y no solo eso… nos deshumanizamos.

Qué sucede cuando te preguntan: ¿El doctor es bueno?

¿En qué basas tu recomendación?

Cuando hablamos del ejercicio del profesional de la nutrición, no mencionamos: “Ahora tomo más agua, dejé de comprar basura en el supermercado, mis hijos están comiendo más sano, a mi hija se le regularizó la regla, duermo mejor, mi esposo está feliz hemos ahorrado en la despensa, comemos más natural y en lo que cabe recién hecho. Ya no tengo dolores de cabeza, mi colesterol está estable.” O el aprendizaje… “Para mi edad necesito estar al pendiente del calcio, del hierro, del magnesio; por fin logré que mis nietos dejaran el refresco y ahora tienen vitamina C del agua de guayaba, entendí a que se debía que mi glucosa no bajara, mi hija embarazada toma ácido fólico” etcétera…

Cambios aparentemente muy simples y que no se reflejan en kilos directamente. Pero que son logros verdaderos, maravillosos y que hablan de compartir, de crecer, de trascender. Importantes para aquellos que son beneficiados con el conocimiento y las nuevas prácticas.

Entendamos que el paciente no es el malo de la película, la comida no es la mala de la película, el profesional de la salud no es el malo de la película. Por raro que parezca en esta historia no hay malos. No hay nadie en contra de nadie. Hay solo una enorme necesidad de crear conciencia y responsabilidad. Hay buscadores de respuestas. Hay personas frente a personas.

Saben… una serie de recomendaciones pueden ser un buen inicio, pueden engancharnos, pero a veces necesitamos la voz que nos acompaña en el proceso del cambio, alguien que despierte nuestra capacidad auto-reguladora. Un viajero, un observador, un igual con otros ojos que pueda brindarnos una perspectiva distinta.

Trabajamos con material sensible. Trabajamos con seres complejos. Eso somos.

Pareciera que no nos hemos dado cuenta o se nos olvida que hemos vivido momentos donde estamos vulnerables, donde necesitamos al otro, urgentemente.

No limitemos nuestras capacidades a una báscula y a una cinta. No es lo único que la nutrición hace, aunque se haya tratado de reducir a eso.

A veinte años de ser egresada, sigo creyendo que hay mucha nutrición y para rato. Creo en la naturaleza, en las bondades de los alimentos que no son solo material que engorda o no engorda.

Nuestras capacidades pueden no ser totales, ningún profesional lo sabe todo. Por suerte.

Pero cuantas veces hemos cambiado a un “buen” dentista porque ni siquiera se aprendía nuestro nombre.

Por supuesto que en emergencias nadie hace amigos. Pero cuando nos volvemos a ver en la consulta o los pasillos esperamos algo más que un número en un expediente y una lista de desperfectos a corregir. ¿No es cierto?

Buscamos una mirada humana. Una que nos diga: —Aquí estoy, podemos hacer esto… te escucho, ¿cómo te sientes?

Esperamos poder confiar nuestra salud a este ser humano al que ayer no conocíamos. Y en ello no hay número de seguidores.

Es importante que dejemos de promover resultados ambiguos. Si trabajamos en la salud, pues promovamos eso como número uno. Conozco historias de logros hechos a base de dolor, de ataque emocional y hondas cicatrices. De la destrucción de la identidad y la salud en busca de la satisfacción del cliente o del profesional.

Algunas veces nos tocará decir no, no es sano, vamos por este otro camino. Esto puede traerte repercusiones. Nos tocará quedarnos sin un paciente o varios. Eso pasa.

Pero esta no es una competencia entre profesionales por el número de clientes, no sé en qué momento pensamos que lo era. Es una mejora personal para ampliar las herramientas al servicio de otro ser humano. Tal y como si fuera para nosotros mismos.

En la voz de una maestra: “A veces en la consulta solo se trata de mirar y acompañar. Puede que presencies el milagro, el momento en el que el otro se encuentra con el impulso del cambio. Lo acompañas a abandonar viejas formas, estás ahí para atestiguarlo”.

Mientras escribo y releo el artículo, mi hija me pasa un papelito con una frase que les comparto: “No importa la talla, sino cómo se siente tu corazón”.

Comunicación Sistema UNIVA

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