Mtro. Jorge Iván García Morando • Coordinador de Proyectos Sociales y Religiosos
“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”, estas son las palabras con las que inicia la Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II Gaudium et Spes o Sobre la Iglesia en el mundo actual y que no dejan de tener fuerza a 55 años de distancia, sobre todo, cuando se trata de entender la relación que media entre la Iglesia, el mundo y nuestra comunidad actual, además de que está en íntima relación con la nueva encíclica del papa Francisco Fratelli tutti.
Por la dignidad humana
Te has preguntado, ¿cuál es la situación del hombre en el mundo actual? ¿por qué nos parece estar en un tejido social carente de fraternidad, solidaridad o amistad social? Considerando que no se puede leer los signos de los tiempos sin el escrutinio e interpretación a luz del Evangelio, o bien, como dice el papa Francisco, <<entender una forma de vida con sabor a Evangelio>>. El poner al ser humano en su sentido propio de dignidad humana, nos lleva a comprender el trasfondo antropológico que la Gaudium et Spes valora como centro y proyecto de vida, de ahí que <<no hay nada verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón>>, no sólo en su sentido teórico, sino en una perspectiva existencial, porque considerar la historia del hombre es entender la historia de la Iglesia misma. Vivir los gozos y las esperanzas es discernir que la salvación no está dirigida a individuos asilados sino a la humanidad entera, por eso la Iglesia ha emprendido un diálogo profundo con el mundo, siguiendo la pedagogía del buen samaritano y haciendo eco de las palabras del papa Francisco en Fratelli tutti: “Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos, sólo falta el deseo gratuito, puro y simple de querer ser pueblo, de ser constantes e incansables en la labor de incluir, de integrar, de levantar al caído”, que, en otras palabras, el sentido de la dignidad humana surge de la consideración del hombre creado a <<imagen y semejanza de Dios>> (Gen 1,26), así como Juan Pablo II en su carta encíclica Evangelium Vitae nos lo recuerda en tanto que el Evangelio del amor de Dios al hombre, el Evangelio de la dignidad de la persona como el Evangelio de la vida son un único e indivisible Evangelio.
Por la solidaridad en un mundo abierto
La visión de la Iglesia en el mundo actual es de compromiso y responsabilidad pastoral para promover la dignidad humana, el desarrollo integral de la persona y la insistencia por el discernimiento moral y teológico, es decir, que no podemos desarrollarnos ni encontrarnos plenamente si no es mediante la entrega plena y sincera consigo mismo y los demás, entendiendo que, nuestras condiciones de vida hoy nos han arrojado a un tipo de sociedad cerrada y elitista, olvidándonos de nuestra acción cristiana en las periferias existenciales, aquellas periferias que están cerca de nosotros, en los barrios, en el centro de la ciudad, o bien, en nuestra familia, por ello el papa Francisco retoma el valor de la solidaridad como virtud moral y actitud social que es fruto de la conversión personal: “volvamos a promover el bien, para nosotros mismos y para toda la humanidad, y así caminaremos juntos hacia un crecimiento genuino e integral”.