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Hoy te cambio las noticias por una caricatura

José Daniel Meza Real · Coordinador de Calidad Académica UNIVA Plantel Guadalajara

 

Carlitos está sentado frente al televisor, ha sido una mañana lluviosa y está tan atento a las caricaturas, que ni siquiera ha tocado el tazón de cereal, que a cada minuto que pasa va perdiendo su consistencia original.

Hace 4 meses que Carlitos no sale de su casa, pero está feliz porque llegaron las vacaciones y por fin podrá disfrutar de sus caricaturas sin que lo estén llamando para sentarse durante largas horas frente a un monitor, solo para ver a su maestra hablar de cosas que no entiende mientras su mamá se dedica a las labores del hogar o se sienta junto a él a trabajar en su propio monitor, absorta del mundo o por lo menos de la realidad dentro de estas 4 paredes.

Hoy veo a Carlitos y sus sonoras carcajadas me invitan a sentarme junto a él para compartir esa caricatura. Cuando menos lo pienso me doy cuenta de que sin planearlo tengo una sonrisa dibujada en mi rostro, el cansancio desaparece y solo por unos momentos siento como recupero un poco de esa vitalidad que la catástrofe mundial me ha ido arrebatando cada día.

Entonces pienso de nuevo en Carlitos, ¿acaso está en mayor riesgo por estar sentado riéndose de una caricatura? No tiene ni la menor idea de lo que significa “el pico de la pandemia”, no conoce ni entiende sobre la cantidad de personas infectadas o que han muerto, solo sabe, por lo que le dijo su maestra, que no puede salir a jugar con sus amigos de la cuadra porque hay un bichito en las calles que lo puede hacer sentir enfermo pero esto no lo pone en mayor o menor riesgo.

Quizá seré criticado por pensarlo pero ¿y si por un momento fuéramos como Carlitos? Si tan solo por un día cambiáramos las noticias y los datos perturbadores por una caricatura, si apagáramos la radio para escuchar un disco de Billie Holliday o hasta de Bad Bunny (aprovechando su reconocimiento como autor) o si dejáramos el periódico para leer una emocionante novela de Irving Wallace, Dan Brown o John Katzenbach, una romántica de Mario Benedetti o una profunda de Saramago.

Es cierto, la información empodera y nos puede salvar, reconozco la importancia de saber que sucede en nuestro mundo para protegernos y cuidar a los que amamos; pero hace 4 meses que vivimos encerrados y aún en la seguridad de los muros que nos aíslan sentimos un temor avasallante por ese monstruo que ronda las calles y que no vemos a simple vista, solo sabemos que se esconde en un saludo, en una fila del mercado o hasta en una simple bolsa de alimentos entregada de mano a mano.

Estamos en casa protegidos físicamente pero ese monstruo está entrando a nuestras cabezas y nos mantiene en un estado constante de ansiedad, de miedo e incertidumbre. No sabemos de datos científicos, si habrá cura, si la economía podrá soportarlo, si podremos ver de nuevo a la gente que queremos pero reconocemos el temor y la frustración en nuestro pecho cada que encendemos el celular o la televisión y nos atiborramos de noticias, en general pesimistas, sobre el peor año que se ha vivido en la época moderna.

Y un día después de 4 meses nos damos cuenta de que estamos agotados y no del encierro, al que cada día nos vamos acostumbrando, sino de tener miedo, de vivir asustados, estresados e impotentes ante una situación en la que muy poco podemos aportar para solucionar.

¿Seguiré viendo la información sobre la pandemia? Claro que sí, como ciudadano del mundo es mi responsabilidad estar informado para cuidar de mí y de los que estén a mí alrededor. Sin embargo, hoy y quizá mañana por unas horas seré como Carlitos, apagaré las noticias, cerraré Facebook, Twitter y otras redes; quizá disfrute de un buen libro, quizá vea una película que me haga reír o enamorarme, quizá solo concentre mi atención de manera absoluta en el trabajo o ¿por qué no? quizá me voy a sentar a ver una caricatura para reírme mientras mi tazón de cereal pierde su consistencia, a fin de cuentas, igual que a Carlitos eso me puede regresar un poco la felicidad sin que aumente o disminuya el riesgo.

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