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Silvia Karime Rodríguez Padilla • Alumna de Bachillerato UNIVA

 

Recuerdo ese día lejano, ese atardecer, estaba buscando algo por internet para perder el tiempo, llegó una notificación, abrí el mensaje, visualicé una imagen con un encabezado muy llamativo; “La enfermedad que acabará con el mundo”, en ese momento me sonó un tanto absurdo, la imagen tenía la descripción del virus junto con una lista de síntomas. Olvidé el mensaje fácilmente para seguir con mis asuntos. En ese momento veía muy lejana la posibilidad de que un tal COVID-19 que empezó en países orientales llegara al continente y mucho menos a mi país.

Ahora que lo pienso, recuerdo una película donde básicamente al final concluye en que el hecho de que la gente se entere del momento exacto del fin, hace que lo crea y lo acepte así colaborando con el fin mismo; también pasó por mi mente otra película donde se plantea que cada persona es responsable de su muerte de acuerdo con las decisiones que toma; finalmente, revivo una serie donde expone que por más que sepas la circunstancia exacta del fin e intentes evitarla, tus acciones sólo terminan asegurando un inminente desenlace.

Ahora que pienso en aquel recuerdo y tomo en cuenta la situación en la que nos encontramos, estoy llegando a la conclusión de que la realidad es totalmente diferente, pues ese pensamiento de dudar sobre la posibilidad de que suframos alguna situación de apocalipsis, es un factor que puede contribuir a él, pues la principal causa de esto es que no se tuvieron las medidas suficientes cuando empezó, incluso teniendo conciencia de las posibles consecuencias.

Hoy considero que tal vez este tipo de pensamiento se debe al tiempo y a la sociedad, pues después de diversos escenarios políticos en épocas anteriores, es posible que nos hayan preparado y nos hayamos acostumbrado a consumir películas y leer historias donde el fin del mundo depende de un grupo de personas -sin mencionar que la mayoría es excluida de ese grupo-, que prefieren dejarle la “acción” a los demás, cuando es responsabilidad de todos.

En pocas palabras, nos hemos acostumbrado al caos.

Así es como veo nuestra situación, tal vez es así que la sociedad ha cambiado al lado opuesto donde nos encontrábamos antes o, simplemente ha cambiado mi forma de ver el mundo.

Lo que sí tengo claro es que muy pocos intentaron detener la pelota que quebró nuestra rutina de cristal.

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