Mtro. Herbey Eguiarte Alcalá, Plantel Guadalajara
En 2006 tres directores, tres amigos, tres mexicanos se proyectaron como la nueva sensación del cine mundial en la plataforma mediática de la industria por excelencia: El Óscar. Alejandro González Iñárritu, Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón lograban el sueño americano, habían migrado a E.U.A. para encontrar mejores oportunidades de trabajo. Babel, El laberinto del fauno y Los niños del hombre lograron cuatro estatuillas y 16 nominaciones de la academia.
La gran consagración llegó después, Alfonso Cuarón ganaría el Óscar a mejor director por Gravity en 2014, Iñárritu lo obtendría en 2015 por Birdman y en 2016 por El renacido y Guillermo del Toro lo tendría en sus manos en 2018 por La forma del agua.
Todos estos logros, sin sumar los grandes éxitos y palmares obtenidos en los festivales más reconocidos e importantes del mundo. Aunque el Óscar es un premio local del país del norte, también reconoce a una industria influyente a nivel global. Las múltiples alabanzas a estos directores que marcan la pauta del cine internacional tenían un negrito en el arroz, su cine no era mexicano. En los tres casos, hicieron uno o dos trabajos en México y luego se fueron a hacer carrera en otro lugar.
Cuarón fue el primero en partir de nuestro país, salvo Y tu mamá también y su ópera prima, Sólo con tu pareja, toda su obra se realiza en Estados Unidos o Europa con capital extranjero, en lengua inglesa. Parecía pues, que en los triunfos de Gravity, el mérito era que un director mexicano fue capaz de liderar un proyecto internacional con talento global. Cuando se anunció que su siguiente proyecto sería filmado y situado en México y hablado en español, la perspectiva era diferente. ¿Qué sería aquello que quería contar Alfonso?
Sus trabajos más recientes se situaban en el espacio, en el futuro distópico, en Hogwarts, ¿a dónde acudiría el director? A su memoria. En un profundo relato de la realidad de un México cada vez menos presente, pero cercano a la vez, decide contar algo parecido a las memorias de su nana. La sublime realización de todos los aspectos de la película podrían ser la suma de muchos méritos únicos del director, aunque aunado a eso, hay un extremo cariño por su país y los contrastes que lo caracterizan. Ha logrado lo que se ha buscado durante mucho tiempo: capturar la esencia de nuestra nación, ha hecho una verdadera película mexicana. Quizá, nos ha entregado el mejor melodrama social, con la mejor manufactura de la historia de este país.
Sí, así regresa Cuarón, nuestro héroe, triunfante con el elixir.