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Pbro. Lic. Armando González Escoto • Director de Publicaciones del Sistema UNIVA

 

Hasta antes de la caída de la Unión Soviética, los países pobres sólo tenían dos opciones económicas, convertirse en satélites del bloque comunista, o en campos de trabajos forzados del bloque capitalista. La Unión Soviética ya no existe, pero para los países pobres las opciones siguen siendo casi las mismas, por más que cambien las nomenclaturas.

Pero, las opciones económicas ¿son las únicas posibles? Por supuesto que no, pensar de esa manera sería mantener la penosa y lastimera actitud del limosnero, no es así que muchos países pobres dejaron atrás su marginación, más bien cambiaron de enfoque, advirtieron que la prosperidad de un país depende de dos factores fundamentales, educación y función pública.

Cuando decimos educación de inmediato pensamos en las aulas de una escuela, es decir, activamos una visión reduccionista que limita esta importante tarea a determinados periodos o estilos, siendo que la educación debe tener una cobertura social muchísimo más amplia, máxime si se vive en un país como el nuestro, donde la educación escolar, pública, sigue estando condicionada a sobrevivir en la medida que muestre su capacidad de fracasar.

Hoy día educar es responsabilidad de todo gerente, de todo administrativo, de los medios de comunicación, de los empresarios, cualquiera sea el rubro o tamaño de su empresa, brindar una educación no sólo remedial, sino enriquecedora del pobre bagaje educativo con el cual egresan los alumnos mexicanos de sus escuelas en todos los niveles, una educación no sólo informadora sino actitudinal, teórica y práctica, de vanguardia, orientada a la investigación y a la creatividad, pero también al bien común, a la solidaridad responsable, siempre a contracorriente del asistencialismo estatal que a lo largo de toda su historia ha demostrado ser siempre contraproducente para la gente y para el país, por más que en su momento dé votos a los repartidores de despensas.

Educar es tarea de todos, desde luego, y esta responsabilidad debe fortalecerse ante el escenario que la educación pública sigue y seguirá mostrando, y que debería de esforzar aún más al sector privado a invertir en una educación de calidad cada vez al alcance de un mayor número de personas, hasta el momento en que los sindicatos magisteriales no tengan más alumnos que sus propios hijos, por más que sea éste un destino muy trágico para esos niños.

Educación y función pública convirtió a países que fueron colonias europeas en prósperas naciones que hoy rivalizan con sus antiguos colonizadores, pero si de momento la función pública todavía no da garantías, entonces educar es la alternativa, no ateniéndonos a la educación escolar y pública, tan cara para el país y de resultados tan cuestionables, sino retomando todos esa responsabilidad aún si la debamos de pagar dos o tres veces.

Rubro fundamental será educar para la democracia y la soberanía social frente a cualquier tipo de poder que pretenda mantener al país postrado, viviendo de la limosna pública o privada. Educar para la constante superación, para la creatividad y la solidaridad que no consiste en dar pan sino en aprender a cultivarlo.

 

Publicado en El Informador del domingo 29 de septiembre de 2019