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Habrá más Huachicoleo

Por 17 enero, 2019noviembre 26th, 2019Convocatorias

Mtro. Marco Antonio Parra Soledad, Coordinación de Pastoral de Educación Media Superior

 

Largas caravanas de autos adornan las calles de algunas de las ciudades de nuestro bello México. Cientos de personas acuden en diversos momentos, buscando la mejor hora para evitar formar parte de las filas, pendientes del abasto a cuenta gotas que cae, tímido, de las gasolineras.

No puedo evitar pensar en la migración en la que tantas personas están cayendo. Antiguamente, el ser humano tuvo que vivir en “modo nómada”, en busca de satisfacer sus necesidades primarias. Sólo hasta que pudo establecerse seguro de abastecer su alimento, pudo comenzar a desarrollar familias, pueblos, sociedades y ciudades. La propuesta de nuestro actual mandatario ha llevado a la población a ponerse nuevamente, en modalidad “tecno-nómada”, guiados por GPS, por aplicaciones, por redes sociales o por el consejo de compañeros y familiares. En el siglo XXI, la sociedad mexicana se encuentra en “modo nómada”. Es increíble cómo la limitación de la gasolina (independientemente de las razones), mueve tanto a la sociedad y afecta tanto su vida económica.

Muchos, a diario, despiertan esperando encontrarse con la noticia de que este “modo nómada” ha terminado. Lo cierto, es que vivimos esperanzados frente a la promesa de que las cosas volverán a la normalidad.

Sin embargo, y lo digo con el mayor realismo que me es posible, el mal que se ha proclamado como el origen de las nuevas políticas de abasto del combustible, el huachicoleo, probablemente, ¡no terminará! La palabra tiene un origen incierto. Existen dos posibles significados que le dan sentido a lo que vivimos en nuestro país. Una opción puede encontrarse en la palabra francesa gouache, que era un estilo de pintura diluida en agua. Durante el siglo XIX, algunas personas encontraron la oportunidad de hacer negocio rebajando las bebidas alcohólicas en México. De la misma manera que la técnica francesa diluía la pintura, los huachicoleros rebajaban la bebida.

Otro posible origen, es el de waach, acepción maya usada para designar “ladrón” o “falso”. Como puede notarse, la venta de huachicol implicaba el comercio de una bebida adulterada que les redituaba una fraudulenta ganancia a sus productores.

Finalmente, el término se ha aplicado, también, a la extracción y venta ilegal de gasolina, conservando el sentido de robo y fraude.

El Señor Presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha pedido paciencia a la población, para dar frente a la corrupción, evitando abastecerle a través de los ductos construidos con este fin, en lo que se resuelve el problema. Sin embargo, probablemente, el huachicoleo continuará. Sin la intención de restarle importancia a las acciones federales, quizá tendremos huachicol para muchos años. En estos momentos, hay filas más grandes que las que vemos poblar las calles, de millones de personas esperando ser abastecidas en la gasolinera del respeto, del amor, del trato amable, del servicio y de la educación; niños pendientes de la llegada de sus padres, después de muchas horas, para finalmente encontrarse con el hastío de la ausencia o de una gasolina precaria que deja la sensación de no saciedad, que no hace carburar. Padres y madres huachicoleros preocupados de muchas “cosas”, olvidando las más importantes; trabajadores faltos de generosidad, que dan el huachicol de su tiempo, de sus capacidades, de su potencial; servidores públicos, que ofrecen el huachicol de un trato áspero, duro, indolente al que muchos mexicanos nos hemos acostumbrado; jóvenes estudiantes que ofrecen el huachicol de un estudio flojo, despreocupado de servir con calidad en el futuro; empresas ofreciendo sueldos huachicoleros que no son capaces de encender los motores de los hogares más pobres, en medio de un sistema económico que no les deja, sino huachicol a los que ya lo tienen. Existen muchas gasolineras a la espera de las pipas del perdón.

Y, así como hay migración en busca del hidrocarburo que se ha convertido en una necesidad primaria, cuya ausencia rápidamente amenaza con afectar la inflación, también nos encontramos con personas “nómadas” en búsqueda de amor, de sentido, de felicidad, del otro, y, no encontrándolo, beben, no digo ya huachicol, sino la cicuta del vicio, del abandono, del odio, de las drogas o el suicidio. Quizá sea tiempo de producir y compartir un combustible que mueva al corazón, que llene de felicidad a los otros: el combustible del amor, de la generosidad y del perdón. Para ello, debemos hacer de nuestras vidas unas refinerías con tecnología de punta y comenzar a construir las del futuro, no sólo mediante la abundancia de la información, de la que se caracteriza nuestro tiempo, sino mediante un esfuerzo de formación integral desde la cuna, en las que el crudo del “por favor” y el “gracias” se conviertan en el sustrato de una gasolina con alto octanaje para el mañana. ¿Qué le hace falta a nuestra vida? ¿Qué estamos haciendo? ¿Qué hemos dejado de hacer para ofrecer huachicol? ¿Qué nos hace falta para ser refinerías del verdadero amor?

Podemos seguir esperando a que los problemas de México se resuelvan con “pan y circo” político, mientras ocultamos con “memes” la realidad de nuestro propio huachicol. La “Cuarta transformación”, independientemente de quien la proponga, no podrá darse, si no se da la transformación de la conciencia, del pensamiento, de la voluntad, del corazón.