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Fijar nuestra mirada en el horizonte más lejano: Utopía o Esperanza

Por 21 enero, 2019noviembre 26th, 2019Convocatorias

Mtro. Jorge Iván García Morando, Coordinador de Proyectos Sociales y Religiosos • Plantel Guadalajara

“Un mapa del mundo que no incluya Utopía

no es digno de consultarse…”

Oscar Wilde

 

En 1989 el politólogo Francis Fukuyama señaló que, la sociedad, había llegado a une época en la que la vida se ha reducido a cálculo económico, a la resolución de problemas técnicos, a las preocupaciones ambientales y a la satisfacción de las exigencias del consumidor del siglo XX. Sin embargo, treinta años después, vivimos en el siglo de las paradojas, bien podemos tener todas las condiciones necesarias para vivir sin pobreza, violencia, depresión, guerra, corrupción, injusticia, desesperanza, xenofobia, migración y desigualdad, entre otras, pero aún no miramos hacia el horizonte lejano porque hemos enterrado la utopía, es decir, ese halo de esperanza. De ahí que, quisiera recupera esta pregunta por la esperanza y por el no-lugar en un contexto global que se circunscribe en lo determinado y abstracto, en tanto que, la historia no está determinada ni tiene un destino fatal, sino lo único que queda, dice Fukuyama, es el “cuidado perpetuo del museo de la historia humana”.

Sabemos que el significado literal de Utopía es no-lugar o sin lugar, por lo que coloquialmente la entendemos como aquello imposible o irreal. Así lo advirtió Tomás Moro al momento de cambiar de nombre su libro Nusquam (del latín “en ninguna parte”) por Utopía (del griego u-topos “sin lugar”), con el que añadió al problema de lo posible e imposible la dimensión ética: la necesidad de buscar relaciones más justas y humanas. Ernst Bloch la llamó la función utópica, esta conciencia anticipadora consciente-sabida que, en otras palabras, es el vínculo efectivo entre la utopía y la realidad.

El punto de partida es la realidad que no permanece inmóvil, que cambia y fluye en tanto que es existencia abierta a nuevos horizontes, o como lo dirá Martín Buber, quizá hasta decida recorrer caminos de utopía. Sobre todo, ahora que nos encontramos atados al eterno presente, a la cultura de lo efímero, de la inmediatez o en la frenética condición de la sucesión de instantes, por la que es necesario recuperar la importancia de una esperanza que abra nuestra existencia en el porvenir, es decir, en aquello que Kant planteaba a modo de pregunta: ¿qué se puede esperar? Esta disposición de apertura al porvenir, representa para el ser humano, una dimensión indispensable de constitución antropológica, puesto que, “un hombre –una sociedad- sin esperanza sería un absurdo metafísico, como un hombre sin inteligencia y sin actividad” dice Pedro Laín Entralgo. Este nexo que une realidad y utopía se expresa desde lo social e individual. Desde lo social como necesidad de justicia y, desde lo individual, como esperanza, es decir, por un lado, la utopía crítica y corrige desde sus contenidos éticos y, por el otro, se abre el horizonte hacia el porvenir. Lo que llama Bloch función utópica, se manifiesta en el sujeto como esperanza y en la que se empieza a germinar la semilla de la posibilidad que se materializa en cuanto entra en contacto con las condiciones existentes de la realidad. Esta disposición de la utopía, que es la esperanza, es una respuesta al discurso de la negación, a la negatividad de la acción y al empoderamiento del miedo que termina cayendo en el círculo vicioso del sí mismo. Esta posibilidad de proyectar, de esperar con esperanza, es lo que quiebra al presente inerte e incierto en el que se ha querido asir el hombre y la sociedad sin un anhelo o deseo de tener un horizonte más lejano. La esperanza, es de vital importancia en aquellos períodos de crisis y en los declives en los que se encuentran las sociedades, como la nuestra, así como lo expresa Crinella “cuando los seres humanos se dejan dominar por el miedo y la falta de coraje, es entonces, cuando la utopía responde a la condición humana”. La utopía se concreta en una práctica social y política en la que se circunscribe a una ética del porvenir, es decir, no solo de lo que puede ser, sino también, de lo que debe ser. Es por ello que les invito a preguntarnos ¿qué es lo que queremos para nuestro porvenir? O bien, ¿hacia qué horizonte más lejano queremos mirar?