SEDES
Colima Guadalajara Lagos de Moreno La Piedad León Puerto Vallarta Querétaro Tepic Uruapan Zamora Online
Bolsa de trabajo Bolsa de trabajo Portal de pago Online Biblioteca

English Assistance

¿Están los contenidos multimedia limitando los momentos mágicos de la literatura?

José Daniel Meza Real • Coordinador de Calidad Académica UNIVA Plantel Guadalajara

 

Las reuniones familiares han cambiado definitivamente, el tumulto de los niños corriendo mientras juegan a los policías y ladrones se ha ido acallando poco a poco con el tiempo y, es extraño ver como aquellos con los que imaginamos que los cojines de la sala eran las altas paredes de un castillo ahora están sentados alrededor de una mesa hablando de política, futbol y otras cosas igual de efímeras y algunas no menos importantes. Eso pensaba aquella tarde de reunión familiar cuando una imagen atrajo mi atención por completo; al fondo de la sala uno de mis sobrinos con sus vivaces 9 años estaba sentado en silencio con una tableta en sus manos, la profundidad de su concentración era tal que pudimos habernos ido todos sin que él siquiera lo notara, simplemente no existía nada ni nadie fuera de esa pantalla de 12 pulgadas, seguramente estaría viendo una película o caricatura que sus padres usaron como recurso para amansarlo, pero me hizo reflexionar sobre mí a su edad y, aunque al principio renegué de cómo las nuevas tecnologías y los contenidos dejan a los niños en un estado de embelesamiento casi catatónico, tuve una suerte de epifanía, recordé que hubo un momento en el que yo mismo me encontré en ese estado, un momento en el que el mundo dejó de existir a mi alrededor a pesar de estar rodeado de gente adulta hablando de cosas que no me interesaban, la única diferencia es que yo en ese instante vivía mi primer “momento mágico literario”.

Es común que entre lectores alguien alguna vez te pregunte ¿qué libros han cambiado tu vida? Sin embargo, me parece que todos los libros tienen el poder de influir en ti siempre que lleguen en el momento justo y aun así, si me llegaran a hacer esa pregunta no haría una referencia a Cervantes, a Tolstoi o a Hesse, como quizá respondería la mayoría de las personas que piensa que sólo por leer un gran libro pueden catalogarte como alguien más inteligente o más interesante, me parece que mi primer referencia sería “Las aventuras del conejo Pipo” porque con ese pequeño texto lleno de colores e imágenes, mi madre me enseñó a leer incluso antes de entrar a la escuela; pero si de cambiar una vida se trata definitivamente mencionaría “La maldición de la tumba de la momia” de R.L. Stine, porque ese libro me dio mi primer momento mágico literario, fue el libro que me hizo darme cuenta que no necesitaba un programa, una película o una caricatura para olvidarme del mundo y vivir las más grandes aventuras. Claro está que después llegó Julio Verne, Arthur Conan Doyle y Alejandro Dumas, entre otros, dejando esa misma sensación que yo ya buscaba incesantemente, pero fue aquel momento (en el que decidí leer una historia trillada de momias) en que me convertí en un verdadero lector.

Hoy en día, los proveedores de contenido multimedia han acaparado completamente la atención de los niños y jóvenes que, con un simple click pueden tener acceso a una infinidad de opciones en cuanto a contenido narrativo de todos los géneros existentes. Y aunque la competencia cada vez es mayor en este rubro, son contados en millones los usuarios que consumen todo el material a lo largo del mundo.

Del otro lado del espectro, vemos como la industria del libro sigue decayendo y aunque se puede decir que hay países con altos índices de libros leídos per cápita, realmente no llega ni siquiera a pisarle los talones a la industria del streaming.

Esto nos pone a pensar si realmente hay una crisis, ¿será que ya no es posible que los niños y jóvenes puedan emocionarse con un libro? ¿Será que ya no podrán crear en su imaginación los paisajes más hermosos evocados a través de la palabra?

Pareciera que todo está perdido, sin embargo, ese consumo constante de películas y series no es más que una señal de que la gente busca llenar esa necesidad de conocer historias, de verse a sí mismos en sus personajes favoritos y poder descubrir mundos que sin esas historias serían simplemente imposibles. Y aunque se piense lo contrario esta necesidad viene de mucho más atrás de la aparición del libro, pues se vive desde aquellos días en que los niños y jóvenes se sentaban alrededor de una fogata a observar las estrellas mientras los hombres sabios les contaban historias sobre los dioses.

Y entonces, si la necesidad existe ¿qué falta para que no muera el amor al libro? Simplemente un momento mágico literario, y con esto no me refiero a que pongamos a leer a un niño o un joven un gran clásico de la literatura que probablemente le cause un profundo aburrimiento, confusión y aversión a la lectura. Hay que dejar que el niño o joven se encuentre con esa historia que cambiará su vida, una historia llena de emociones y lugares que sólo podrán existir en su imaginación y que no podrá ser superado por un director de cine. Hay que dejar que el niño elija un libro como elije una película y dejarlo sólo para que la historia haga su trabajo y, si su momento mágico literario sucedió al leer sobre un tal Percy Jackson (un joven semidiós), nacido en Nueva York que resultó ser hijo de Neptuno; no hay que preocuparnos, seguramente eso lo llevará a enamorarse de la “Ilíada” de Homero y todos los clásicos.

¿Cuál es entonces nuestra responsabilidad como lectores? Acercar a los niños y jóvenes a esas historias que los esperan con ansia, no desesperemos, algún día llegarán a las grandes obras; pero asegurémonos de plantar primero esa pequeña semilla en sus corazones y tengan por seguro que llegarán a cosechar a los grandes futuros lectores.