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El mito de la caverna

Mtro. José Luis Ríos Rodríguez • Coordinador de Desarrollo Integral UNIVA Plantel Vallarta

 

Muchas veces al hablar de educación, podemos hacer referencia a la reflexión griega sobre el “Mito de la Caverna” de Platón, que transporta el pensamiento a ese mundo de la perfección y la idea del “bien”.

La educación que queremos y anhelamos, conlleva ser de aquellos que ayudan al otro a crecer y a alcanzar el “bien” que nosotros hemos obtenido.

Aunque muchas veces podríamos no estar convencidos totalmente de esto. Tal parece que nos hemos concentrado en aprovechar el conocimiento exactamente en lo contrario a lo que deberíamos de estar utilizándolo. Es decir, pareciera que cuanto más conocimiento tenemos, más deberíamos reservarlo para nosotros mismos, sin pensar en los demás e incluso utilizarlo para sacarles provecho.

Podríamos tomar infinidad de ejemplos en los que una persona que obtiene un “bien” es capaz de compartirlo con los demás, o quedarse en el intento. Es triste saber que no estamos dispuestos a entregar algo que consideramos muy nuestro, quizás pensando que el otro no lo merece, porque creemos que lo hemos ganado tan sólo con nuestro propio esfuerzo y que nadie más ha intervenido para que eso sucediera.

Quizás este mundo y su ambiente nos han llevado a pensar sólo en las cuestiones materiales, haciendo que sólo lo que vemos y palpamos nos parezca real, dejando a un lado lo que no percibimos de manera física.

Ojalá bastara con que nos sintiéramos seres que necesitan del otro para poder entender que debemos ser capaces de compartir, de apoyar y ofrecer nuestra mano al que más lo necesita, al más desprotegido o al que creemos que menos nos corresponde. Sin embargo, el simple hecho de descubrirlo ya nos hace mejores personas humanas y cristianas, con capacidad para trascender las fronteras de lo humano y tener una visión de un mundo mejor para todos.

Así nos convertimos en actores principales de un cambio cada vez más urgente, en el que parece hacen falta un mayor número de protagonistas convencidos de lo que se puede lograr, que usen el corazón y no sólo su razón.