Esta parábola de san Mateo, refleja el rostro misericordioso del Padre que tiene para cada uno de nosotros. Dios siempre busca la manera de ir a nuestro encuentro, aun cuando estemos perdidos y le hayamos dado la espalda. Su gran amor va más allá de nuestra fragilidad y nuestras ganas de convertirnos. Él jamás se resignará a dar por perdido a uno de sus hijos, en este tiempo de Adviento vuelve a salir a nuestro encuentro, proponiéndonos actitudes determinantes, como la espera y la vigilancia, siempre con una actitud de conversión constante. Dios no se da por vencido para que nosotros nos encontremos con él, sigamos este camino del Adviento esforzándonos y confiando en que Dios hace la mayor parte, basta que nosotros estemos dispuestos a recibirlo.