Pbro. Lic. Armando González Escoto • Director de Publicaciones del Sistema UNIVA
Los comienzos de la mafia moderna, por lo menos en Europa y en América, se distinguen por su conexión al poder legalmente establecido, a partir del sector más vulnerable, la policía, a la cual copan paulatinamente por la estrategia más común, el soborno. Desde ahí tiene lugar una rápida escalada en ascenso cuyo objetivo es ir incluyendo en la nómina a personas mejor posicionadas sea entre los mandos policiacos, que, entre los jueces, los jurados, donde los hay, los legisladores, y desde luego, los detentores del Poder Ejecutivo. La novela de Mario Puzo y su posterior llevada al cine en la saga “El Padrino” reflejan con bastante claridad este fenómeno, y hasta podríamos pensar que constituyó una verdadera escuela para las mafias contemporáneas.
No obstante, la frontera esencial, la que nunca debía cruzarse, y en Estados Unidos no se cruzó, es la que invierte la relación gobierno – mafia, y la vuelve mafia – gobierno, es decir, una cosa es que el gobierno pacte y mantenga un relativo control de la mafia, y otra cosa es que la mafia sea la que mantiene el control del gobierno, hasta llegar a exigir, en el espacio más vulnerable, es decir, los municipios, determinados cargos o el manejo total del cuerpo policiaco, tal y como sucede hoy en numerosos estados de México.
En esos municipios tanto la comandancia como los policías dejaron de ser pagados por la mafia para ser sustituidos por la mafia, desde luego con gente mucho mejor capacitada, mucho mejor pagada, y mucho mejor armada.
En la saga del Padrino, el hilo conductor muestra cómo una familia mafiosa busca remontarse desde los pantanos de la delincuencia más vulgar hasta la posición del empresario no sólo honorable sino filántropo y digno merecedor del reconocimiento social por su labor benéfica, lo cual supone en dicha saga, tres generaciones. En otras palabras, además de blanquear el dinero, se pretende blanquear el nombre. En nuestro medio, las mafias han ido diversificando sus actividades tratando de pasar del control de drogas y delitos del más variado género, al control de empresas y campos productivos diversos, quizás como un intento de ubicarse en posiciones de menor riesgo, pero sin renunciar a hacerse de esas posiciones con todo tipo de recursos violentos, y ejercerlas con fraudulencia, así muchas plantaciones agrícolas, los recursos forestales o mineros, etc.
El 2 de junio pasado, hallaron los cuerpos de siete policías de Colima asesinados durante un operativo de custodia a dos empresarios. No sabemos quiénes eran los empresarios, tampoco cuáles eran sus negocios en Jalisco, de dónde regresaban, ni siquiera hay claridad sobre si a los policías los mataron en Jalisco y los dejaron en Colima. El día 4, suceden en Guadalajara hechos de una violencia inaudita, sea como efecto mimético de las reacciones que en Estados Unidos desató la violencia policiaca, sea porque alguien se acordó de que en Jalisco había un caso pendiente muy similar y ya casi olvidado, el asesinato del joven Giovanni en Ixtlahuacán de los Membrillos, o sea por lo que sea, el asunto es que, por primera vez, desde la Guerra de Tres Años, el Palacio de Gobierno fue asaltado y vandalizado con una furia incontenible.
Fue entonces que toda la ciudadanía se enteró del drama de Giovanni y de su familia, y olvidó de momento el drama de los cientos de desaparecidos que siguen sin ser encontrados, y fue hasta entonces que los policías responsables de la muerte del joven fueron capturados, al menos eso dicen.
¿Y por qué no los capturaron antes? ¿Porque la víctima era un joven albañil? ¿Porque su familia no tenía ni poder ni influencias para recibir justicia? ¿Porque era uno más entre tantos otros? Y si ahora se declara que hay policías mafiosos ¿por qué no se había hecho nada al respecto? ¿Por qué razones, sexenio tras sexenio todo sigue igual?