Arturo Gibrán Ramírez Ramos • Docente de Ciencias de la Salud UNIVA Puerto Vallarta
Entre las personas adultas mayores, la variación del peso es más frecuente que en otras etapas de la vida. Además, estas oscilaciones se relacionan tanto con la ganancia de kilos como con la pérdida.
Hoy en día, en el adulto mayor se reconoce la importancia de los cambios en peso, en talla y en composición corporal. En algunos estudios se ha informado que el peso corporal aumenta entre los 20 y los 50 años de edad y que después de los 70 años disminuye progresivamente. Respecto a la talla, se ha indicado que ésta disminuye en la medida en que aumenta la edad.
Asimismo, se ha establecido que, en las personas de la tercera edad se presentan otros cambios antropométricos, como el aumento en el grosor de los pliegues cutáneos, la relación cintura-cadera y el índice de masa corporal (IMC), entre otros.
Respecto a los cambios en la composición corporal se ha mostrado que la masa corporal libre de grasa (MCLG) disminuye de 25 a 30% entre los 30 y los 70 años de edad, y ocurre un aumento de la grasa corporal de 10 a 15% durante todo el ciclo de vida.
En algunos estudios se ha encontrado que, además de aumentar, la grasa corporal se redistribuye de manera desfavorable para la salud del adulto mayor; aumenta la cantidad de tejido adiposo en la parte central del cuerpo, lo cual puede ser un importante factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades crónicas y alteraciones metabólicas como hipercolesterolemia, resistencia a la insulina, aterosclerosis, hipertensión y diabetes mellitus.
Según un artículo de revisión publicado en noviembre de 2009 en la revista «Journal of the American Dietetic Association (JADA)», la prevalencia de la obesidad entre adultos de edad avanzada ha crecido de una forma importante en los últimos 20 años. Esta situación afecta de manera destacada a la demanda de servicios médicos y de ayuda social.
Las recomendaciones habituales referidas a los beneficios de la pérdida de peso en estas circunstancias no quedan del todo claras entre las personas ancianas, ya que con frecuencia esta pérdida se puede acompañar de una reducción de masa muscular, al tiempo que se agrava la desmineralización ósea propia de estos años.
Numerosos artículos han constatado una estrecha relación entre la pérdida de masa muscular y la consecuente disminución de peso, con un aumento de la tasa de mortalidad por cualquier causa, en especial, cuando esta disminución de la masa libre de grasa se registra de forma rápida y es involuntaria. Tal es así que en un artículo de 2008 publicado en la revista «The Journal of Nutrition Health and Aging» se advierte de que, con el fin de preservar la masa muscular, las estrategias que persigan la pérdida de peso en este tipo de población anciana no deben contemplarse desde la única perspectiva de la reducción de la ingesta calórica. El artículo publicado en JADA señala que se debe prestar una atención especial a una serie de nutrientes cuando una persona anciana afronta un programa de pérdida de peso.
Como en cualquier otra etapa de la vida, también en la tercera edad hay una relación importante entre el peso y los predictores de salud. Así queda reflejado en un artículo publicado en agosto de 2010 en la revista «Journal of Internal Medicine», sobre un estudio de seguimiento realizado entre una muestra europea de personas de más de 60 años. Concluye que en adultos de edad avanzada mantener un peso estable es, desde un punto de vista estadístico, una buena garantía para reducir la tasa de mortalidad. Además, se constata que la pérdida de peso (en particular cuando es involuntaria) se asocia con un aumento de la tasa de mortalidad a corto plazo debido, con probabilidad, a una enfermedad subyacente.
Frente a los riesgos sanitarios de mantener un peso elevado conforme a las recomendaciones en todas las etapas de la vida, diversos estudios han señalado la paradoja de la obesidad durante el periodo de la tercera edad. En un estudio de revisión publicado en agosto de 2010 en la revista “Interdisciplinary topics of Gerontology”, se pone de manifiesto que a pesar de que el sobrepeso en la tercera edad aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, la tasa de mortalidad por esta patología es menor de lo esperado en virtud de las expectativas.
No obstante, tanto en el artículo mencionado como en otros que abordan el mismo tema, se hace hincapié en los efectos beneficiosos que tendría para la salud la pérdida de kilos de forma adecuada y controlada en las personas mayores con sobrepeso u obesidad. En especial, si ya padecen comorbilidades (otras enfermedades vinculadas con la primera) asociadas a la obesidad, tales como diabetes, enfermedades cardiovasculares y determinados tipos de cáncer.
Generalmente, uno de los parámetros más utilizados para determinar si nuestro peso es el adecuado o no, es el cálculo del Índice de Masa Corporal (IMC). Este cálculo permite descubrir el ideal del peso con base en la estatura y se calcula dividiendo el peso por la altura al cuadrado.
Cuando el valor que arroja el IMC se sitúa entre 20 y 25 hablamos de un peso normal, y cuando el valor obtenido es superior a 25 hablamos de sobrepeso.
Esta tabla sufre alguna modificación cuando hablamos del peso ideal en la tercera edad. En los adultos mayores se recomienda que su índice de masa corporal se sitúe entre 25 y 27, y generalmente no por debajo de 25.
Esto es así porque un IMC por debajo de 25 en un anciano puede significar pérdida de masa muscular y adelgazamiento óseo.
Teniendo en cuenta este dato y otros factores, podríamos definir el peso ideal en la tercera edad como el peso que cumple las siguientes funciones y parámetros:
- IMC situado entre 25 y 27
- Peso suficiente para proteger la masa ósea y corporal
- Peso no muy elevado, con la función de no empeorar la carga articular y enfermedades como la artritis o artrosis
- Peso que permita un bienestar físico, emocional y social
Los cambios más relevantes están en el aparato gastrointestinal, donde la boca es un sitio importante para investigar. El 80% de los adultos mayores, que consultan por baja de peso, tiene algún grado de disfunción oral, lo que hace que sea muy importante su examen.
La pérdida de hueso mandibular, dificulta la función masticatoria en las personas mayores, además hay disminución de la producción de saliva, que produce disfagia, y esto hace que la alimentación no sea del todo adecuada. En el estómago puede haber disminución del ácido clorhídrico, en el intestino delgado se reduce la absorción de hidratos de carbono hasta en un tercio. Hay disminución de la absorción de calcio, por lo que se recomienda la ingesta de 1 g de calcio al día.
Entre las causas orgánicas están los problemas orales, los trastornos gastrointestinales, la presencia de enfermedades, visión y audición reducidas, elementos sensoriales muy importantes en el adulto mayor; también disminución del sentido del gusto, del olfato y también el deterioro mental.
Entre las causas psicosociales están la apatía, soledad, depresión y problemas del ambiente social. Con respecto a las intolerancias reales o percibidas, vemos que a veces a los adultos mayores se les indican muchos medicamentos llevándolos a la polifarmacia, con el riesgo de tener interacciones farmacológicas que pueden producir anorexia. Además, si tiene alguna dificultad para tragar, tomará líquidos y la saciedad será más precoz.
Hay imposibilidad o intolerancia física, por ejemplo, adultos mayores con artrosis de rodilla que deben caminar cinco cuadras para comprar alimentos; esto influye en su alimentación, y habrá reducción de peso por causas anexas que es importante conocer. El consumo de alcohol, como evidencia de una depresión y por sí mismo, puede disminuir la apetencia por los alimentos.
Dentro de las patologías que pueden desencadenar baja en el apetito y por ende baja de peso, están las afecciones pulmonares, que provocan hipermetabolismo, gran trabajo de la musculatura respiratoria, aerofagia, etc.
La patología cardíaca, con derivación de elementos inflamatorios y gran correlación con patología pulmonar, que determina la caquexia cardíaca; además de la intervención de medicamentos. Otras causas de anorexia en el adulto mayor son la caquexia del cáncer y la demencia con rechazo alimentario, aunque también puede haber hiperalimentación en un paciente con demencia, pero con alto grado de hiperactividad que lo puede llevar a la baja de peso. El alcoholismo y la depresión, en que la propia enfermedad o el uso de fármacos como los inhibidores selectivos de recaptación de serotonina pueden influir en la baja de peso; la falla renal y la infección, y no olvidar nunca interrogar por TBC.
Medidas para prevenir la anorexia en los ancianos
- Comer acompañado, “comida cocinada”, aumentar el ejercicio, dar tiempo suficiente entre las comidas; potenciar las preferencias en los alimentos, evitar la saciedad precoz (picoteo, líquidos), evitar los alimentos flatulentos, mejorar la salud bucodental, que es uno de los elementos a destacar y tratar las náuseas y el estreñimiento.
- Dentro del examen físico vuelvo a destacar la importancia del examen bucal.
- Dentro de la evaluación de la baja de peso y sus repercusiones es muy importante la encuesta social para determinar todos los factores de acceso, disponibilidad de alimentos, incapacidad para prepararlos, y proporcionar medidas de soporte social.
Publicado en la Revista Aprendiendo a Envejecer, Vol. 2, Numero 8. Págs. 15-16
Referencias
- Secretaría de Salud. La salud de la población de edad avanzada. Un reto más hacia el futuro. Cuadernos de salud núm. I Población y Salud. México, D.F.: SSA, 1994.
- Silver AJ, Guillen CP, Kahl MJ, Morley JE. Effect of aging on body fat.) Am Geriatr Soc 1993:41:211-213.
- Borkan GA, Hults DE, Gerzof SG, Robbins AH, Silbert CK.Age changes in body composition revealed by computed tomography. J Gerontol I983; 38:673-677.