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Pbro. Lic. Armando González Escoto • Director de Publicaciones del Sistema UNIVA

 

Antes de juzgar los acontecimientos que están teniendo lugar en Nicaragua o en Perú, deberíamos detenernos a pensar en las causas de fondo que los producen. Durante ya bastantes años, diversos países de la Cuenca del Pacífico figuraron entre las naciones alineadas con Estados Unidos. Este país, desde hace doscientos años, ha mantenido una permanente política intervencionista que puede ser muy bien considerada la principal causa externa del estancamiento y deterioro de innumerables naciones latinoamericanas, particularmente en Centroamérica, pero igual, en todo el continente.

Durante el reinado de la Unión Soviética, Latinoamérica tuvo una alternativa para jugar con su adhesión a cambio de determinados beneficios, y con diversos resultados, esa posibilidad dejó de existir desde 1991. A partir de entonces la “amenaza comunista” se tropicalizó, y el sistema se volvió autónomo no por elección sino por el imperio de la realidad.  En adelante la apuesta por un comunismo marxista o maoísta no tendrá otro apoyo que el de países latinoamericanos semejantes, donde dicho sistema a fin de cuentas ha sido siempre una caricatura violenta y frustrada en el logro de los grandes ideales del paraíso proletario.

En contraparte, las elites beneficiarias del capitalismo salvaje han seguido operando con la colaboración de los gobiernos liberales o conservadores, pero también de las dictaduras seudosocialistas, como sucede en Nicaragua; Brasil es hoy día un pésimo ejemplo de lo que puede lograr la alianza entre el capital y el evangelismo, cuyos resultados los está pagando la amazonia y todos sus habitantes, sin hablar del destino de las clases sociales menos favorecidos del Brasil costero.

Lo cierto es que un capitalismo neoliberal como el que se ha impuesto en América latina desde hace treinta años ha fracasado tanto como el comunismo, en lo que se refiere a elevar las condiciones de vida de la gente pobre y de las mismas clases medias, unas estancadas y otras en retroceso, lo que no impide el que la sociedad a la hora de votar, desconcertada y desesperada, siga oscilando entre unos y otros. Lo vemos ahora en Perú dividido entre un candidato comunista como Pedro Castillo, y la candidata filocapitalista Fujimori, mientras que Daniel Ortega, dictador de facto, sigue encarcelando opositores en Nicaragua.

Es evidente que el sistema político latinoamericano tiene vicios de origen que lejos de superar hemos ahondado y hasta consolidado, de tal forma, que al margen de quien gobierne, sea de derecha, centro o izquierda, el sistema se mantiene y mantiene a la sociedad bajo el yugo de la parálisis democrática, con una lista interminable de oportunistas que llegan al poder con el compromiso básico de mantener el sistema político establecido sea bailando con la izquierda que con la derecha, y muy seguros, es parte del sistema, de que la gente seguirá pagando los gastos, de que los grandes capitalistas seguirán beneficiándose lo mismo en el Nicaragua socialista que con mayor razón en los países liberales, mientras las condiciones de vida se extreman entre la miseria y el lujo, la devastación ecológica y la devastación humana, entre la polarización ideológica y los connatos recurrentes de revueltas sociales, entre marchas, manifestaciones, y represiones de todo tipo, aunque no hayamos todavía llegado a los escenarios de Birmania.

 

Publicado en El Informador del domingo 04 de julio de 2021

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