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Los alienígenas como seres extradimensionales y falsos dioses a la luz de la obra de Salvador Freixedo

Dr. Fabián Acosta Rico • Docente-Investigador UNIVA

 

Una variante a la tesis de Sitchin sobre la verdadera identidad de los dioses nos la ofrece quien fuera en vida uno de los más afamados ufólogos de habla hispana, Salvador Freixedo. Su estudio del fenómeno ovni lo llevó a dejar el sacerdocio católico y a renunciar a la Compañía de Jesús. Freixedo afirma que los dioses de la antigüedad eran en realidad extraterrestres; nada nuevo hay en esta afirmación; pero, va más allá cuando asegura que dichos seres han dominado a la humanidad y lo siguen haciendo. Las religiones fueron creadas por ellos con la perversa intensión de someter a los seres humanos; así que nuestro autor propone una suerte de escepticismo, que no necesariamente habría de derivar en ateísmo, que nos ponga en guardia y nos libere de estos tiranos secretos a cuyos caprichos voluntariamente y de forma inconsciente, la mayoría de las veces, nos sometemos.

Igual que Daniken y Gerhard R. Steinhäuser, y en un tono más alarmista, le niega su estatus de Dios todo poderoso y universal al Yahvé del antiguo testamento. Como sus colegas, se atreve a decir que el Dios de la Biblia es uno entre muchos dioses, equiparable a Zeus o a Odín y, en términos más monoteístas y teológicos, pasaría a ser un ángel de mayor rango y poder (Freixedo, 1984, pág. 10). Para haber sido presbítero y religioso de la Iglesia católica, Freixedo resulta demasiado crítico con la fe cristiana. Califica al dios cristiano de usurpador:

… el dios cristiano de que se nos habla en el Pentateuco, también existió, pero no es el padre bueno que él quiso hacernos creer, y mucho menos es el Dios Universal, Creador de todo el Cosmos. Es simplemente un suplantador más, que al igual que muchos otros semejantes a él, pretendió hacerse pasar por la Gran Energía Inteligente creadora de todo el Universo (Freixedo, 1984, pág. 5).

El engaño de las falsas divinidades lo concretan valiéndose de elegidos. Como se mencionó líneas atrás, todas las religiones son un timo además de perniciosas. Los superhombres que las crearon distan de ser verdaderos iluminados. Para Freixedo personajes como Buda, Zoroastro, Mahoma… no tendrían nuestra veneración y gratitud si supiéramos que nacieron o fueron escogidos y preparados para instaurar cultos mediante los cuales los conversos y creyentes caen en la manipulación y control de las falsas divinidades. Seres como Krishna, Quetzalcóatl, Viracocha e incluso el propio Jesucristo mostraron una apariencia humana; pero, los dones extraordinarios que los hicieron destacar obligan a considerar que en su naturaleza tuvieron una participación de los “dioses”; serían seres híbridos (humanos-dioses) creados intencionalmente por las falsas divinidades para cumplir con una determinada misión en este planeta.

En esta teologal teoría conspirativa, como se puede ver, los místicos, profetas y santos del ayer y del hoy participan de un montado engaño. Sus orquestadores, las que nuestro autor califica de falsas divinidades, no necesariamente provienen de otro planeta. Sin precisar ni dar mayores argumentos, Freixedo, sostiene que son de la tierra y, por tanto, en nuestra clasificación quedarían catalogados como suprahumanos terrestres no sagrados posthumanos. Por sensacionalista que suene, serían seres extradimensionales y guías malévolos que se han hecho pasar a lo largo de miles de años por dioses; y sabiéndose adaptar a nuevos tiempos y al cambio de mentalidad casi planetaria ahora se manifiestan como extraterrestres. Esta camaleónica capacidad se la deben, a su naturaleza sutil; tienen cuerpo, pero este es de naturaleza electromagnética.

Como ya lo dije, para Freixedo, muchos de ellos por no decir la mayoría, son de este planeta, aunque algunos vienen de fuera y están aquí solamente de tránsito (Freixedo, 1984, pág. 8). Vistos de esta manera, empataría esta descripción, mutatis mutandis, con la hecha por otro de los grandes gurús de las nuevas espiritualidades, Carlos Castaneda, quien, en varios de sus libros, pero en especial en el Arte de ensoñar (2006) describe a unas creaturas de naturaleza psíquica a los que llama seres inorgánicos; ellos nos consumen o viven de nuestra energía vital y muchos brujos y nahuales comercian psíquicamente con ellos conocimientos y poder.

Entendemos que las religiones presentan grandes diferencias doctrinales y entre algunas de ellas persiste la rivalidad y el antagonismo a pesar de que todas en teoría predican el amor y la espiritualidad. La explicación a todo lo anterior, la da el autor de Defendámonos de nuestros dioses, afirmando que entre estos seres extradimensionales hay también una gran diversidad: “los dioses no pertenecen a la misma clase genérica de seres, y entre algunos de ellos es muy posible que haya tanta diferencia como hay entre nosotros y un mamífero desarrollado” (Freixedo, 1984, pág. 7).

Tal y como lo explican los mitos, entre estos seres privan las rencillas y los desencuentros tal como ocurrió entre Yahvé y Lucifer. Sin intentar hacer una apología luciferina del “ángel caído”, Freixedo explica que su verdadera maldad reside en haberse revelado contra su superior; pero, dicha insubordinación no lo convierten en la encarnación del mal ni en el príncipe de las tinieblas. El desenlace del conflicto que lo colocó como el vencido lo convirtió, según nuestro autor, en el malo. Si los dioses o ángeles no son tan divinos como pensamos y comparten con nosotros muchos de nuestros defectos; es casi entendible que Luzbel: “trate de tomar venganza de su vencedor y la mejor manera de hacerlo es tratando de restarle súbditos y de deshacer de toda la obra que aquel haya pretendido hacer entre los hombres” (Freixedo, 1984, pág. 10).

Si diferentes dioses han creado distintas religiones y si entre ellos no hay concordia ni entendimiento esto explica por qué entre los cultos y en las religiones reina la hostilidad: esta sería en esencia transferida o aprendida.

Para Freixedo la credulidad de los hombres antiguos ante la manifestación o epifanías de los dioses resulta hasta cierto grado aceptable dado lo rudimentaria que resultaba su cultura y grado de entendimiento. Más hoy los alcances científicos y tecnológicos de nuestra civilización nos deberían poner más alertas contra la interferencia de estos seres sutiles que de manera oculta nos han controlado. Pero, como se mencionó líneas atrás, para esta teoría conspirativa, nuestros amos, los antiguos dioses han sabido adaptarse a los nuevos tiempos y reaparecen ahora en platillos voladores; los que antes se manifestaban como divinidades superiores o inferiores como las hadas, los gnomos, los duendes… ahora se presentan como hombrecillos grises de ojos avellanados o como seres con apariencia de reptil:

Hoy no tenemos absolutamente ninguna duda de que lo que los antiguos llamaban «los dioses» —y los enmarcaban en todo un complejo sistema de creencias y ritos— es exactamente lo mismo que los modernos denominamos con el genérico término de «fenómeno ovni», cuando éste se entiende en toda su amplitud y profundidad (Freixedo, 1984, pág. 22).

Generalmente la ufología conduce a un neopoliteísmo seudocientificista por denominarlo de alguna manera; el caso de Freixedo sus teorías acerca de los verdaderos dioses derivan en un gnosticismo que denuncia al supuesto falso dios, casi demiúrgico y propone reverenciar a un dios impersonal inabarcable e incomprensible enunciado no por la teología, sino por la metafísica más depurada de cualquier atisbo de antropomorfismo (Freixedo, 1984, pág. 24). Habría que precisar también que los gnosticismos, tanto antiguos como actuales, proponen una divinización del hombre a través de superación de la condición humana mediante ciertas prácticas ascéticas y espirituales. Para Freixedo podemos aspirar a subir varios peldaños en la escala de nuestra condición material y espiritual; pero, jamás llegaremos a ser dioses simplemente porque somos de naturalezas distintas y seguimos por tanto rutas evolutivas distintas.

Este deslindarse de los dioses para reconocer a la verdadera divinidad también es propuesto por el ya mencionado Steinhäuser. Advierte sobre no caer en la adoración de los nuevos dioses ahora desenmascarados como astronautas de la antigüedad o como entidades extradimensionales. Se antoja necesario hacer un repaso de toda la historia antigua y sobre todo de los pasajes más míticos o legendarios y hacer el deslinde de lo que pudieron ser únicamente encuentros cercanos del tercer tipo; dejando al descubierto y debidamente cernidas las experiencias verdaderamente espirituales con el Dios absoluto y universal.

Para el autor de Retorno a los dioses la ruta hoy vigente hacía una nueva espiritualidad nos la traza el exponencial entendimiento que hemos logrado de la realidad a la luz de las nuevas teorías de la física relativista, las cuales hacen hincapié en que hay más dimensiones de las que podemos percibir; comprensión y dominio, pudiendo hacer factibles los viajes interplanetarios o los desplazamientos en el tiempo ya sea hacía el pasado (como en la novela el Caballo de Troya) o rumbo al futuro.

Steinhäuser en sus muchas especulaciones también deja abierta la posibilidad de que los supuestos visitantes del espacio exterior sean en realidad crononautas de nuestro mundo o de otros muy distantes al planeta tierra. Como veremos en futuras entregas; el negarle al Dios de los monoteísmos y con Él a los dioses de las tradiciones religiosas su condición sagrada de creadores de los seres humanos y de la naturaleza, fue sólo el primer paso hacía una secularización antropocéntrica que como segundo acto explayó otras concepciones seudorreligiosas que le dan la batuta del destino y la dirección del mundo no a Dios ni a la Providencia, sino a otras entidades suprahumanas tanto celestes o terrestres que aparecen en las neomitologías conspirativas con nombres como los iluminatis, reptilianos o pleyadianos.

 

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