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Etapas del proceso místico o Edades de la vida interior

Cristina González Martínez • Alumni de la Licenciatura en Filosofía UNIVA Online

 

El proceso místico en la tradición cristiana es el encuentro del hombre con el Misterio de Cristo, que lo lleva paulatinamente y por etapas a un encuentro con Dios uno y trino. A lo largo de la historia se le ha denominado a cada una de estas etapas con diversos adjetivos: Purgativa o de los principiantes, Iluminativa o de los adelantados / proficientes y Unitiva o de los perfectos. Sin atentar contra la unidad de la ciencia teológica, el tema del proceso místico se estudia desde la Teología ascética y mística, también conocida como ciencia de los santos, quienes la vivieron más de lo que la enseñaron. Se le ha llamado asimismo ciencia espiritual, en virtud de formar gente de espíritu, personas animadas del espíritu de Dios; se le ha nombrado arte de la perfección, puesto que su fin último es conducir las almas a la perfección cristiana. Los místicos de diversas tradiciones han denominado este proceso como el estar en contacto con la realidad suprema, con lo absoluto e incondicionado, aquel ente único y necesario del que hablan las vías de Santo Tomás. No obstante lo anterior, existe la postura de las religiones no teístas que tratan la experiencia mística como sólo y únicamente una experiencia contemplativa, en virtud de no concebirla como el encuentro con un otro personal, sino como un vaciamiento interior, un vaciamiento de la propia conciencia.

En el texto de Gómez Rincón se hace una acuciosa reflexión sobre las diferentes expresiones de la experiencia mística de acuerdo con las tradiciones religiosas, sean estas teístas o no teístas, en virtud de que los místicos de ambas tradiciones hablan de la inefabilidad de lo vivido, experimentado, que es además indescriptible, lo cual se constituye como un reto al valor cognitivo de la dicha experiencia, así mismo presenta la necesidad de determinar el lugar de los conceptos que para expresarla e interpretarla son empleados, en virtud de que hay autores que aseguran que la experiencia es estructurada por el esquema de conceptos propios de la tradición del místico, lo cual correspondería de manera perfecta con las tradiciones no teístas, hecho contrario serían las tradiciones teístas, y es así como llegamos al punto central de la diferencia: la alteridad.

En las tradiciones no teístas la experiencia mística viene a constituirse como un trabajo ascético de contemplación que la persona va realizando a base de un continuo ejercicio físico/mental/espiritual, en el que no existe alteridad alguna; por el contrario, en las tradiciones teístas, como el cristianismo por ejemplo, la ascesis forma parte del proceso místico sólo en cuanto a la respuesta que se da a la iniciativa del Absoluto, de Dios, que llama al alma a un encuentro personal, a una auténtica alteridad, que representa la relación del espíritu humano con el Otro totalmente diferente, único y necesario.

Es este el punto en el que se inicia justamente el camino hacia la unión mística que refieren autores como McLean en Hacia la unión mística, Comentario al Castillo Interior de Santa Teresa de Ávila, donde la persona empieza a andar el camino purgativo, deja, se aparta de la conducta ajena al querer de Dios, en la medida que va avanzando entra en el camino de los adelantados o vía iluminativa, en la que empieza a comprender y creer gracias a esas luces, de ahí el término iluminativa, que le van permitiendo ver con los ojos del alma, que no con los de los sentidos, las realidades sobrenaturales hasta llegar a la etapa unitiva en la que se da la total quietud del espíritu que es tomado por Dios para Sí, en una experiencia mística inenarrable, que los autores describen a base de analogías.

En Santa Teresa de Ávila y en San Juan de la Cruz se encuentra expresada claramente la alteridad del misticismo cristiano, sus poemas son verdaderos diálogos entre Dios y el alma enamorada.

Búscate en Mí

Y si acaso no supieres

Dónde me hallarás a Mí,

No andes de aquí para allí,

Sino, si hallarme quisieres

A Mí, buscarme has en ti

Santa Teresa de Jesús

 

Cántico espiritual

 

¿Adónde te escondiste,

Amado, y me dejaste con gemido?

Como el ciervo huiste,

habiéndome herido;

salí tras ti clamando, y eras ido.

San Juan de la Cruz

 

 

Para efectos de la poesía mística, es de suma importancia conocer la diferencia antes referida de la alteridad, en virtud de que toda experiencia de los místicos de cualquiera que sea la tradición religiosa, expresada poéticamente habrá de leerse desde su tradición concreta, con objeto de ser debidamente valorada y, más aún, disfrutada.

Para quienes gusten profundizar un poco más en el tema, les dejo a continuación algunas referencias de los textos consultados y en caso del deseo de explorar ese terreno sutil y atrayente del amor místico, sugiero la lectura de las Confesiones de San Agustín.

 

Textos de consulta:

 

Andrés, M. (1996). Los místicos de la Edad de Oro en España y América, Antología. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.

Garrigou-Lagrange, R. (1985). Las tres edades de la vida interior. (5ª edición). Madrid: Ediciones Palabra.

Gómez Rincón, C.M. (2015), Experiencia mística, lenguaje y conocimiento. Editorial Universidad del Rosario.

Tanquerey, Ad. (1990). Compendio de Teología Ascética y Mística. Madrid: Ediciones Palabra.

 

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