
Cobertura especial UNIVA FIL Frame: Julio Santos / Fotografía: Ariané Saucedo.
Con un inicio que expuso sus miedos sobre la aparente falta de ganas que presentó en los estudios de Sociología e Historia en la UNAM, la autora condujo al público a un encuentro fundamental de su vida. «Me daba miedo estudiar sociología, todos los autores que leía o se habían suicidado o vivían con gatos”, expresó Rivera Garza.
Rivera Garza relató el cambio que experimentó desde su tesis de Sociología sobre participación femenina en movimientos urbanos a un complicado inicio en el Archivo General de la Nación, donde buscaba historias cotidianas de la gente durante la Revolución Mexicana, más allá de los generales y, sobre todo, queriendo encontrar historias de mujeres.
Un «pobre hombre», trabajador del Archivo General y cuya identidad la autora desconoce hasta el día de hoy, al ver su angustia por no encontrar material, le sugirió: «Sabes qué, acaban de liberar los expedientes del Manicomio General de La Castañeda y se ve que eso a ti te va a interesar mucho”, dijo y cuyo comentario despertó una carcajada generalizada entre el público.
Esta recomendación llevó a Rivera Garza al Archivo Histórico de la Secretaría de Salud, donde encontró los expedientes de La Castañeda, el antiguo manicomio inaugurado en 1910 en Mixcoac, Ciudad de México, manicomio que, como ella misma señaló, “en ese espacio, frío y poco inspirador, descubrí los rastros de vida de los más pobres de los pobres».
En una de las cajas de los archivos encontró el diario, las notas y la escritura de una mujer que se convertiría en la protagonista de su primera novela publicada, Nadie me verá llorar, una interna y trabajadora sexual.
La autora criticó la concepción tradicional de los escritores de «crear todo desde su imaginación», considerando la «voz y la experiencia» del documento, pues escribió desde lo real con un fuerte trabajo de investigación.
Además de la imaginación y la documentación, Rivera Garza mencionó el papel del deseo en la reconstrucción de la vida, citando a Nona Fernández: «A veces uno tiene problemas para recordar, incluso lo que uno hizo ayer, pero cosas importantes que se te escapan y ojalá esto también hubiera pasado. De hecho, así se van haciendo muchas novelas».
Finalmente, la autora se refirió a sus propios intentos narrativos, como los personajes de La cresta de Ilión y el personaje de Xian, quien nació en sus primeros relatos como una joven que huía del amor por considerarlo un obstáculo para la libertad y los sueños. Estas huidas, concluyó, son una invitación a «cuestionar el estatus de lo real» y ver el mundo desde todos los ángulos posibles.






