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Una clasificación de los extraterrestres de la ciencia ficción y la ufología según sus intenciones

Dr. Fabián Acosta Rico • Docente-Investigador UNIVA Plantel Guadalajara

 

“Un mundo nos vigila” era la frase de batalla del ya casi legendario Pedro Ferriz, uno de los pioneros en México y en América Latina en el tema ovni. Luego vendría Jaime Maussan del programa Tercer milenio a tomar el papel del “profeta” de los avistamientos y encuentro con extraterrestres; celebres y muy recordados fueron los reportajes de este periodista acerca del ahora mítico chupacabras.

Se podría decir que el tema ovni tuvo décadas de auge y de interés entre las grandes audiencias y público entre los años 70 y todavía hasta principios del 2000; en nuestros días ya ha decaído el gusto por alienígenas y esto se ve reflejado en el cine; últimamente ya no han salido nuevas películas sobre encuentros cercanos de ningún tipo y en las librerías de nuevo y de usado, ya escasea la literatura sobre el tema.

Los extraterrestres ya no están de moda; pero siguen siendo tema de conversación y muchas personas creen en ellos más, incluso, que en los duendes o en las brujas, como lo demuestra la encuesta presentada por el periódico El País en el 2017. En dicha encuesta levantada por la agencia consultora Glocalities, México y Rusia encabezan la lista de países con menos escépticos al fenómeno ovni y a la posibilidad de que exista vida inteligente en otros planetas; en porcentaje, el 61% y el 68% respectivamente, de los encuestados de estos países respondía que “Sí” a la pregunta de que no estamos solos en el universo.

En el presente artículo pretendo mostrar una sencilla clasificación de los extraterrestres que desfilan por las series de televisión, videojuegos, películas y en la literatura especializada.

A mí entender los alienígenas o turistas interplanetarios, están clasificados en dos grandes categorías en el imaginario ufológico, según sus intenciones y papel a jugar serían estas, por un lado, los visitantes y, por el otro, los guías; a su vez, cada una de éstas se subdividiría en malignos y benignos. Tenemos entonces cuatro categorías básicas que son explayadas y recreadas, como ya dije, en la literatura de ciencia ficción y, sobre todo en la ufología e incluso en la propia ciencia moderna. Para ésta última, con base en argumentos seriamente sensatos, como los expuestos por el astrofísico británico, Stephen Hawking, los extraterrestres, por mera probabilidad, en realidad existen en esta o en otras galaxias. Los que con toda posibilidad pudieran responder a las señales que mandamos al espacio serían, con toda seguridad, dueños de una adelantada tecnología quizás muy superior a la nuestra.

Ante nuestra invitación, estos hombrecillos verdes estarían tentados en venir; pero, como en la novela de H. G. Wells, la Guerra de los mundos, en películas como la de Día de Independencia (1996) y Señales (2002) o series como V: Invasión Extraterrestre… no vendrían en son de paz ni con buenas intenciones. En estas obras de ficción (y en otras más de una larga lista) el que sale a relucir es el tipo de extraterrestre que no queremos: el visitante maligno (o invasor) quien, al vernos y evaluarnos comparativamente, en nuestra calidad de seres inferiores con un planeta sumamente rico en recursos, optarían ya sea por depredarnos, saquearnos o ambas cosas.

Estos visitantes ocasionales, nos lo advierte fatalistamente Hawking, desencadenarían un verdadero apocalipsis sobre la humanidad y vendrían, en todo caso, a agravar nuestros problemas sociales, económicos y ambientales. El sueño de hacer contacto con otras formas de vida extraterrestre tiene aparejado un miedo; un miedo añejo sobre todo de los pueblos occidentales, el cual, evoca un remordimiento por una deuda no saldada con los pueblos nativos de América, África y Oceanía. Podría suceder, en una voltereta del destino, que se repitiera la historia del colonialismo moderno ahora con distintos actores de mundos diferentes. Qué tal si llegaran del espacio sideral conquistadores que, sobrados en sus ínfulas de superioridad, no tuvieran compasión alguna en su propósito de destruir nuestra civilización, esclavizarnos y explotar un mundo que reclamaríamos y defenderíamos como nuestro. Como se ve, mutatis mutandis, esto ya ocurrió durante el “descubrimiento” y conquista de América.

Por otro lado, la única ganancia entre tantas perdidas podría ser que forzados por este belicoso encuentro cercano del tercer tipo, se despertaría entre los pueblos y los gobiernos del mundo una conciencia planetaria y, como en la novela gráfica Watchmen de Alan Moore, pactaríamos entre nosotros la paz para enfrentar una amenaza extraterrestre común.

Otra posibilidad contemplada en este hipotético y futuro encuentro con viajeros del espacio exterior es que también lleguen ocasionalmente a la tierra; pero al estar en todo sentido, más evolucionados que nosotros y siendo dueños de un grado de conciencia superior, adviertan el mal que estamos ocasionando a nuestro mundo, a la naturaleza y a nuestra propia espacie y, en un acto de bondad y generosidad, decidan rescatarnos de nosotros mismos; esta es la idea central de la película El día que la tierra se detuvo (1951); o quizás nos compartan para nuestro auxilio, un poco de sus avances tecnológicos o culturales como lo explica otra película: La llegada (2016).

En este mesianismo alienígena la humanidad reconocería de frente a las estrellas, su ineptitud y aceptaría sumisa la guía de sus maestros celestes. Los libros de J.J. Benítez, Caballo de Troya, los cuales insinúan el posible origen alienígena de Jesucristo, respaldan la hipótesis de que los seres humanos necesitan de dichos guías interestelares que les vengan a sacar del error y despejen la oscuridad de su ignorancia.

Aparte de la categoría de los visitantes ocasionales, está la de guías malignos o benignos de la humanidad. En esta categoría se parte de la premisa de que ya hemos hecho contacto con los extraterrestres, pero no de forma oficial, como en la película Hombres de Negro (1997); y no sólo eso, además ellos tienen el control del destino de la humanidad. Un experto en este tipo de teorías conspirativas ufológicas es el exjesuita Salvador Freixedo; quien sostiene la aventurada hipótesis de que los dioses de las mitologías, incluido también el del judeocristianismo, fueron y son en realidad extraterrestres que tiránicamente sometieron a los pueblos de la antigüedad y ahora están de regreso, blandiendo las mismas malignas intenciones. Ellos son los verdaderos amos del mundo; pero su dominio lo ejercen de manera secreta u oculta.

También entra en esta categoría la teoría conspirativa de los alienígenas con apariencia de reptiles y forma humana, conocidos como “reptilianos”, supuestamente desenmascarados por el exjugador de fútbol británico y comentarista deportivo, David Icke. Estos alienígenas-guías-malignos dominan el mundo haciéndose pasar por seres humanos normales; asumen roles importantes de todo tipo, desde monarcas, como la reina Isabel II de Inglaterra, hasta artistas como Angelina Jolie.

Por último, en la categoría de extraterrestres-guías-benévolos estarían seres como los perfilados por la neomitología pleyadiana. De entrada, a los pleyadianos los describen sus creyentes como menos mundanos que los reptilianos; los podríamos definir como una puesta al día de los maestros ascendidos de la Teosofía de H. P. Blavatsky.

Provenientes supuestamente de las estrellas Pléyades, estos alienígenas de apariencia más que humana angelical, fueron los creadores de la humanidad; con su ADN fuimos confeccionados, por tanto, estamos emparentados genéticamente con ellos, de allí que nos parezcamos, aunque en concurso de belleza y carisma nos ganarían. Como sea, los pleyadianos están de regreso y ejercen una influencia sutil sobre la humanidad cumpliendo con su misión de ayudarnos a dar un salto evolutivo hacía una espiritualidad más elevada; al final, nos moldearán con su ciencia casi celestial para ser como ellos: seres de luz y de bondad.

En las categorías visitantes benignos y guías malignos y benignos, los teorizadores de estas doctrinas ufológicas tentativamente, también les pueden atribuir o no, a estos viajeros de otros mundos, la creación o modelación de la humanidad tal y como lo dice la versión más audaz de la panspermia. Considerándolos entonces como creadores, padres o dioses.