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TAN SOLO UNA PALABRA TUYA, BASTARÁ PARA SANARME… (MT. 8: 5-11)

Los judíos y paganos no convivían entre sí, es por eso que en este evangelio podemos observar que el Centurión se siente indigno de recibir a Jesús en su casa, pues se considera un hombre pecador frente a Dios y sabe que Jesús tiene autoridad en su palabra, de tal manera, se atreve a pedir un favor especial no para sí, sino para un sirviente, con la plena seguridad y confianza de que su petición será atendida, pues el Centurión conoce de oídas de la bondad y misericordia del Señor Jesús.

Algo que podemos resaltar de este mensaje es la fe de este hombre y la oración, pues de una manera muy sencilla se dirige al Señor y su actitud impresiona a Jesús, porque su oración es para interceder por alguien más. Hoy para nosotros este relato es muy esperanzador, ya que constantemente pedimos la intercesión de los Santos para un bien personal o comunitario, pedimos la ayuda de Dios, y quizá no somos conscientes de los milagros que cada día realiza en nuestra vida y en la de los otros. El sirviente ha recibido la gracia de la sanación sin haber pronunciado ni una sola palabra, e igual nosotros seguramente hemos sido beneficiados con la oración de nuestros hermanos.

Pidamos hoy al Señor que nos ayude a ser humildes y saber pedir su ayuda, y confiemos en el poder que tiene la oración, pero sobre todo en la bondad y misericordia del Señor.