¡Bendecido día, comunidad UNIVA!
Una de las grandes tentaciones en nuestra relación con Dios es querer tenerlo bajo nuestro control, como si dependiera de nosotros. Sin embargo, el verdadero abandono en sus manos se vuelve un desafío cuando olvidamos lo que significa ser auténticos hijos de Dios.
Si recordamos nuestra infancia, seguramente nos llenaremos de nostalgia al pensar en la confianza y despreocupación con la que vivíamos. Sabíamos que nuestros padres, o quienes cuidaban de nosotros, estaban ahí para protegernos y suplir nuestras necesidades. Pero, a medida que crecemos, esa confianza parece diluirse entre las responsabilidades y la autonomía que vamos adquiriendo. En este proceso, corremos el riesgo de creer que estamos completamente solos, olvidando que Dios es nuestro Padre. Él desea que, como cuando éramos niños, aprendamos a confiar nuestra vida a Él con fe y amor.
En el evangelio de hoy, el Señor nos dice: “No tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo”. Si incluso las aves tienen un lugar especial en el corazón de Dios, ¿cuánto más valemos nosotros, sus hijos? Este mensaje nos invita a vivir plenamente nuestra relación filial con Dios, aprendiendo a abandonarnos en su providencia y confiar en su amor infinito.
Eso sí, confiar en Dios no significa que dejemos de hacer nuestra parte. Nos llama a dar lo mejor de nosotros mismos y esforzarnos, sabiendo que Él se encargará de lo que está fuera de nuestro alcance. Es un trabajo en equipo cuyo objetivo final es la santidad.
¡Confiemos, pues, en el Padre que siempre vela por nosotros y cuidemos de nuestra relación con Él!