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El valor del proceso

Por 5 febrero, 2019noviembre 26th, 2019Convocatorias

Dra. María Cristina Martínez Arrona • Jefa de Universidad a Distancia

 

Los árboles que tardan en crecer producen la mejor fruta”

Molière

 

Me pregunto si la insatisfacción, el sin sentido, la poca capacidad de disfrute y gozo que se percibe en algunas personas no sea consecuencia de apostar por lo fácil, lo rápido, lo cómodo, lo que requiere menos esfuerzo. De ahí el detenernos a pensar y valorar el proceso, reconocer que es importante enfocarnos en el proceso y no sólo en los resultados, en palabras de Alexander Elder, autor de Trading for a Living ante todo “hay que centrarse en hacer las cosas bien”.

Nos podemos preguntar, ¿por qué perder el tiempo haciendo un pastel con todo lo que implica si lo puedo comprar en la esquina?, mejor aún, lo puedo pedir para que me lo traigan a mi espacio y así comerlo sin esfuerzo alguno, pero, ¿dónde queda el aprendizaje del proceso? Las habilidades administrativas que da el preparar mise en place, el desarrollo de los sentidos del olfato, gusto, tacto, vista y el oído que da el seguimiento del desarrollo: revisar la consistencia de la masa, asegurar la integración de los ingredientes, observar el tiempo en el horno, oler el aroma y degustar el producto final, considerar la creatividad de la presentación, por ejemplo.

El proceso no sólo da más valor al producto, sino que en sí mismo, es fuente de aprendizaje, de sabiduría, cuando el proceso es adecuado es posible establecer metas, riesgos e intervención. Por lo tanto, el resultado se valora y se disfruta más.

Tomé un ejemplo de repostería, pero se puede ejemplificar a través de la música, la pintura, el deporte, la actividad laboral, la tarea productiva, recreativa, el avance científico, etc.

Pensemos en las múltiples cosas que hacemos en un día que, por buscar resultados fáciles e inmediatos, no posibilitamos el desarrollo virtudes como la perseverancia, la paciencia, la inteligencia, la creatividad, la colaboración, porque no descubrimos ni estamos interesados en ser testigos de su transformación. Es más fácil armar una tarea “copiando y pegando” que buscar, leer, analizar, escribir, integrar, aportar; es más sencillo revisar un resumen que leer una novela; es más cómodo aislarme escuchando mi música que estar al tanto del exterior y conversar con él o con las personas que me encuentro; es más confortable un videojuego a un juego que implique interacción, competencia con los otros, que implique compromiso, porque estos pueden cuestionar, limitar mi espacio y mi tiempo, por mencionar algunos.

Pero, ¿qué nos deja más conocimiento? ¿Qué proceso desarrolla más habilidades, virtudes, se adquiere sabiduría? Antoine de Saint-Exupéry, autor de El principito (1946), de forma poética expresaba: “El tiempo que dedicaste por tu rosa, es lo que hace que ella sea tan importante para ti”. Nos podemos preguntar, ¿cuántas personas, cosas, proyectos, son verdaderamente importantes para nosotros?

Es fundamental aprender a perder el tiempo, es vital profundizar en los procesos, es necesario practicar y practicar, concentrarnos en lo que estamos realizando en el momento, aprender a trabajar en equipo, adquirir nuevas habilidades, en otras palabras, valorar el proceso, intensificando con ello el sentido y gozo de nuestra existencia.