En esta solemnidad de Todos los Santos representa toda la multitud de redimidos, para descubrirnos al destino que nos espera también a nosotros. Y en el Evangelio se nos plasman las bienaventuranzas, con afán de que las llevemos a cabo día con día.
Las bienaventuranzas no son algo imposible, sino que nos ayudan para ajustar nuestra mirada y nuestro corazón para mirar con compasión, ternura y admiración a quienes han vivido buscando la justicia, o tratando a los demás con misericordia y mansedumbre, todos esos santos que no hemos conocido, aunque no tengan fiesta ni estén en los altares.
Pidamos al Señor la gracia de ser dichosos, de ser sus verdaderos testigos llevando a cabo las bienaventuranzas no importa que no seamos reconocidos por el mundo, ya que nuestro premio y gozo será en los cielos.