Armando González Escoto · Director de Publicaciones del Sistema UNIVA
A lo largo del siglo XVIII resurgió en Europa el interés por la democracia, el tiempo de la monarquía estaba acabando porque ya no daba resultados a una sociedad en constante cambio. El siglo XIX fue el siglo de las conquistas democráticas y el sistema se puso de moda de tal manera que todos los países, por lo menos occidentales, aspiraban a tener una democracia, como quien aspira hoy a tener un auto deportivo o un celular de última generación, aún si no saben cómo manejar ni uno ni otro.
Los países latinos, apenas se iban independizando, optaban por la democracia, porque era el sistema norteamericano. De eso hace ya doscientos años ¿no es ya el momento de revisar lo que hemos hecho con dicho sistema y de qué modo lo hemos hecho?
En el hoy mexicano, democracia y partidos políticos siguen siendo inseparables, no por razones democráticas, sino porque los partidos se han vuelto un buen negocio, apenas se funda uno nuevo, el dinero público les llega para lo que se les pueda ofrecer así les cancelen el registro en la primera elección que haya, “lo caido caido”. También porque son bolsas de trabajo ampliamente diversificadas, ahí lo mismo se puede agarrar una chamba de barrendero que de diputado con los mismos requisitos. Ya en el gobierno, los partidos entran al juego del tráfico de influencias, de las gratitudes, de las luchas de poder, de las transacciones, de las alianzas y el reparto de los botines, del toma y daca de todos los días, también de los privilegios y los lujos a tenor del cargo alcanzado, y, desde luego, al trabajo esforzado por consolidar nuevos grupos de poder que sigan influyendo por las décadas por venir. Pensar en la supresión de los partidos para rescatar la democracia sería un suicidio que los políticos nuestros jamás intentarían.
Y sin embargo ¿Qué otra solución podría haber? Ya sabemos por la experiencia de dos siglos que hacer nuevos partidos jamás ha funcionado, pues con sorprendente frecuencia los nuevos partidos ya vienen podridos de origen, y lo último en lo que pueden estar pensando es en sanear la democracia. ¿Será que la democracia ya no tiene futuro?
La monarquía hereditaria se mantuvo con base a dos razones, una real y otra ilusa, la real era por gratitud a lo que tales o cuales reyes habían hecho efectivamente en favor de la gente, la ilusa, por pensar que la descendencia de tales monarcas estaría a la altura de los progenitores. Con el tiempo lo que ocurrió fue la consolidación de una aristocracia decadente, pasiva, parasitaria, dedicada a vivir de los méritos pasados e incapaz de brindar otros nuevos. ¿No está sucediendo lo mismo con la democracia y sus partidos?
Los políticos mexicanos del siglo XXI, en un alto porcentaje, se han caracterizado por su ausencia de ideales, de escrúpulos, de pensamiento político, de honestidad, y por supuesto, por su total indiferencia frente al ideal de la democracia, así la mienten todos los días.
Al eclipse de este sistema político se aúna el eclipse del pensamiento social y democrático, todo mundo se dedica a criticar a los funcionarios, pero nadie se aplica a examinar el sistema, a proponer, crear, idear, nuevas formas de organización que nos ayuden a salir del pantano en que políticos y partidos nos han hundido.
Publicado en El Informador del domingo 7 de mayo de 2023.