Tejuino Nájera
¿Y qué pasa cuando sientes que algo ocupa más allá del pecho?
Que el bombardeo efímero de luces de colores, olores pastel y fruta tropical carece de un final evidente o violento.
¿Que sucede cuando sientes -como Izal afirma en aquella canción- que el mundo se detiene contigo?
¿Y qué me tuvo que pasar, para despertar un día con ganas de llevarle la contraria absoluta a Schopenhauer, Cioran, Hemingway, Bukowski, Poe, Kafka o hasta a mi yo de los ahora lejanos y nauseabundos 19 años?
¿Qué se supone que haga con la euforia que destroza mi tan ansiada templanza, con la violencia y naturalidad de una ola con 25 metros hundiendo cualquier tronco a la deriva en una playa absurdamente llamada, arroyo seco?
¿Cómo podría, con todo y mi absoluta soberbia humana, exigirle al sol que salga otro día, para unos minutos después, en hurtadillas tacitas, gritarle a las luciérnagas que no tarden en llegar, esperanzado en convertirme en lobo o cualquier otro animal nocturno, y de esta forma, comenzar a perseguir el rastro de sangre cuyo destino, nunca ha importado?
¿Cómo se supone que nade y me pierda en mis obsesiones, cuyo tacto siempre me ha sido comparable a la frialdad del mar de Conchas Chinas, si el agua no coopera y de pronto se tibia?
¿Y en dónde dejaré mi ansiedad ahora, si en el malecón parece que hay más luz de lo normal?
Divertido es pensar que recordame despeinado corriendo al mar, haya pasado de un concepto para epitafio a la manera en la que me gustaría verme todos los días.
¿Y por qué si es positivo, me provoca invocar la salinidad del mar sobre mis mejillas?, ¿y por qué mentiría el doctor cuando me dijo que ya no necesitaba mi inhalador a los 11 años?, si ahora los pulmones me fallan al mínimo indicio de su oleaje.
¿Por qué si se siente como brisa fresca en un lugar sin costas, pareciera como si el agua en el ambiente decidiera que ya no es necesaria?
¿Y en dónde quedan todos aquellos, así soy yo, cuando empiezas a fallar en ser tu mismo?
¿Y por qué no opongo resistencia a aquella brutal carnicería, de lo que mi credencial electoral dice que soy?
¿Y por qué aparece ese retrato violeta en mis lugares favoritos?
¿Por qué aquel ansiado viernes que se sentía como lunes, ahora si es un viernes?
¿Y qué hacer cuando aparece un nuevo faro en Cabo Corrientes?
¿Y cómo voy a contar en terapia que ya no tengo nada que contar?
¿Quién fue el desgraciado que se animó a traer las mariposas a la ecuación, pero nunca, nunca, supo darle nombre al huracán?
¿Y cómo podría entender que algo conocido siga siendo nuevo?
Que el amor para mí nunca había sido aplastantemente meloso, no creía en los finales felices ni en las hadas mágicas. Que, en el pensamiento circular, sigo esperando que todo termine con mi cara golpeando el pavimento. Que todo el tiempo mis naves que se hunden, navegaban fluctuantes entre el final efímero, evidente o violento.
Que nunca nadie me platicó, que hay veces en las que el amor y algún perfume, ocupan más allá del pecho…
