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Violencia obstétrica

Fabricio Ramírez, Cecilia Ramos & Flor Mota · Estudiantes de la Licenciatura en Médico Cirujano, UNIVA Guadalajara

 

Dolorosas los servimos, compensamos, asentimos.

María Auxiliadora Álvarez

 

Recientemente en Twitter encontramos un hilo, esa parte de la red social en donde compartes opinión tras opinión en tan solo 280 caracteres donde resuenan fuertemente testimonios. Este hilo llamó nuestra atención porque trataba sobre mujeres que han sufrido malos tratos por sus médicos ginecólogos, los cuales pueden llegar a ejercer violencia, incluso en el parto donde se eclipsa de manera recurrente uno de los días que se supone debería ser todo alegría y felicidad.

De los temas más recurrentes en el ámbito de la medicina y la bioética, destaca la violencia obstétrica, en donde se siguen practicando patrones arcaicos y obsoletos, por ejemplo, realizar episiotomía, que consiste en un corte entre la abertura vaginal y el ano durante el parto, procedimiento que con una buena dilatación y maniobras adecuadas no es necesario; de igual manera, se siguen aplicando dispositivos intrauterinos y ligadura de trompas de falopio sin consentimiento previo de la paciente, procedimientos invasivos y definitivos, que tienen mayor visibilidad tras movimientos como el 8M.

Según la OMS (2021) la violencia obstétrica es aquella que sufren las mujeres durante el embarazo o el parto al recibir un maltrato físico, humillación y abuso verbal, o procedimientos médicos coercitivos o no consentidos.

En tiempos como estos, donde las generaciones cambian de mentalidad en pro del desarrollo social, prácticas erróneas se siguen realizando por una mayor comodidad para el médico, o bien, simplemente por dolo y alevosía convierten a la medicina en un hoyo negro en donde sus acciones pueden ser solo la punta del iceberg.

Nuevas generaciones de médicos han alzado la voz en busca de un trato justo y responsable, de una relación médico – paciente respetuosa y asertiva, donde la mujer se sienta tranquila antes, durante y después de la consulta, sin prejuicios ni comentarios fuera de lugar. Nosotros, como miembros de una facultad de medicina y futuros médicos, que luchamos día con día para obtener conocimientos y ayudar a nuestros pacientes de manera integral, rechazamos rotundamente las prácticas arcaicas.

Cada vez se escuchan y leen más experiencias en las que las mujeres que acuden a consulta por endometriosis porque planean tener hijos y parar los síntomas, solo reciben medicación sin que se realicen una mayor cantidad de estudios, o en partos donde la paciente deseaba tener a su bebé de manera humanizada, termina despertando después de una cesárea solo porque al médico le pareció más fácil y no recordaba cómo hacer las maniobras correctas.

Las mujeres experimentan violencia. No está en discusión, la violencia va más allá de un maltrato físico, puede ser una humillación o abuso verbal. Todo esto lleva años y nadie ha puesto un alto, es momento de levantar la voz y hacerlo. Toda mujer tiene derecho a estar libre de violencia. Ya seamos ginecólogos obstetras, parteros, psicólogos o de cualquier otra especialidad, debemos anteponer siempre la salud integral de nuestro paciente, tamizando nuestros pensamientos personales y haciendo concienca de que nuestros prejuicios deben quedarse guardados en casa. Y, particularmente, desde el punto de vista médico, desde el momento en el que recitamos el juramento hipocrático, prometemos velar por la salud del paciente, siempre en su beneficio. Es un compromiso que debemos cumplir hasta el último de nuestros días.

No somos la generación de cristal, somos la generación que levantará su voz en pro del bienestar y desarrollo social. Queremos que nuestra descendencia viva en paz y libertad.  Que algún día, la violencia obstétrica solo sea un término pasado que ya no suene más.

 

Referencias

 

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