Mtra. Laura O. Robles Sahagún · Coordinadora de Alumni y Bolsa de Trabajo, UNIVA Guadalajara
En el día a día nos podemos encontrar con muchas personas, a algunas las saludamos, a otras ni siquiera las vemos y hay unas más que nos hacemos como que no las vemos; unas veces vamos caminando inmersos en el celular, otras veces la música nos absorbe los pensamientos, pero hay ocasiones en que, al poner un poco de atención, nos damos cuenta de lo maravilloso que es ver y oír.
Esta semana ha sido especialmente cargada de trabajo, largas jornadas de 10, 12 y hasta 14 horas; pero en un momento, pensando en lo que escribiría hoy, me di cuenta de que aun con muchos pendientes por sacar adelante, tuve la oportunidad de ver, conocer, convivir y escuchar a personas maravillosas y mi cerebro empezó a enviar una señal que me hizo sonreír. Tuve reuniones con personas de las que aprendí, que me mostraron su corazón y hasta disfruté de su generosidad.
Vi a Bruno graduarse de Ingeniero Industrial, un hombre ya con sus añitos, quien trabaja en el equipo de seguridad y siempre tiene una sonrisa y un comentario ameno para quien interactúa con él. El día de la graduación todos los presentes le aplaudimos y celebramos con él. Hoy, al salir del trabajo, me despidió y platicando me dio una lección muy grande, está pasando por momentos difíciles en su vida personal, aun así, sonríe, cumple metas, hace bien su trabajo y, además, nos anima a seguir adelante.
Una mañana entró a la oficina una chica, estudiante de nutrición, con voz fuerte, decidida y alegre, con mucho entusiasmo solicitó asesoría y revisión de unos documentos porque quiere irse a Alemania a una estancia de investigación sobre nutrición y cambio climático. Su energía, sus ganas y compromiso social nos lo contagió tanto que todos los de la oficina dejamos de hacer lo que estábamos haciendo para escucharla, para aportarle, y, por supuesto, para echarle porras porque definitivamente se merece ser elegida para irse a ese programa. Estoy segura de que pronto la veremos triunfar.
Hoy, a las 7 de la mañana, entre las prisas por llegar a clase, pasaban maestros y estudiantes de un lado al otro y me percaté que estaba un compañero con discapacidad visual queriendo atravesar un ingreso vehicular, pero alguien se regresó, le dijo yo te acompaño y le ayudó a llegar a su espacio de trabajo y reflexioné acerca de ambas situaciones. El que no ve, tiene la capacidad para seguir adelante, trabajar de manera honesta y aportar a la sociedad. El que ve, tiene la capacidad de ayudar, de ser empático y literalmente, de extender la mano a quien lo necesita. Podemos estar en una situación o en otra, lo importante es no ser indiferente.
Y para terminar el día, recibí una tarjeta con un mensaje tan alentador que dije, definitivamente hay vidas que inspiran a seguir adelante, a no rendirse y a ver las cosas buenas de la vida. Definitivamente, quiero volver a ver personas, escuchar a los pájaros, disfrutar de la risa de los niños, de las pláticas de las personas mayores, de las experiencias de los compañeros. Hoy quiero darme la oportunidad de saber que hay una vida que se puede disfrutar y que nos puede regresar la vista, el oído, el tacto, el olfato, el gusto. Hay vidas que inspiran a saber que hay algo más por disfrutar más allá de la pantalla de un celular.
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