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Armando González Escoto · Director de Publicaciones del Sistema UNIVA

 

No es para tomárselo en broma. Históricamente las grandes potencias han sido capaces de crear todo tipo de infundios y aún de autosabotajes, para justificar invasiones y atropellos de todo tipo.

Para invadir Irak se dijo que dicho país estaba fabricando armas biológicas de destrucción masiva, mismas que jamás fueron encontradas. Para intervenir en la guerra cubana, Estados Unidos hundió uno de sus propios barcos, atribuyendo la hazaña a España, motivo que justificaba su intervención en la guerra de Independencia que se libraba en la codiciada y estratégica isla. Algo similar sucedió con la masacre de Katyn, que fue atribuida a los alemanes para avivar la hoguera en su contra, aunque había sido perpetrada por los propios rusos.

Personas informadas dicen que la actual polémica sobre el terrorismo mexicano que llevan a cabo los cárteles delincuenciales tiene como fondo el proceso electoral norteamericano, pero no debiera pasar inadvertido, no es la primera vez que hacen por allá ese tipo de análisis, y si de momento la Casa Blanca desiste, ante el riesgo de tener terroristas en su propio país, el tema sigue en el candelero.

El remedio y el trapito que se busca es justificar una intervención norteamericana que acabe con los cárteles mexicanos, pero ¿acaso nuestros vecinos del norte lograron resolver los problemas de Irak o de Afganistán, luego de tantos años de ocupación? ¿No venían ya de perder las guerras de Corea y de Vietnam, a un altísimo costo para la población civil?

Sospechan los políticos estadounidenses republicanos que en México la soberanía se comparte entre el gobierno y la delincuencia organizada; no se necesita de mucho talento para llegar a semejante conclusión, la verdad es que esa realidad la vemos todos los días desde hace ya varios sexenios y de manera creciente, hasta parecer que son los cárteles quienes dan a las autoridades civiles el permiso de gobernar.

No dudamos que Estados Unidos esté muy preocupado por el tráfico de drogas y el efecto devastador que está teniendo en los consumidores, lo que seguimos sin entender es cómo, si no han podido ellos mismos impedir el ingreso de los estupefacientes a su propio país, ni mucho menos acabar con los cárteles dedicados a su distribución, crean que pueden venir y hacer aquí lo que no han podido hacer allá.

Andando así las cosas ocurre el “inoportuno” secuestro de ciudadanos estadounidenses y, como suele pasar en estos casos, su rápida localización, aunque ya con dos personas fallecidas, que no alcanzaron a recibir el indulto de quienes realmente mandan. Que fue una “confusión”, sí, pero ¿qué significa esa palabra en nuestro argot?

Ya conocemos el específico tipo de moralidad de los países del norte, y la manera en que sus ideólogos y asesores buscan influir sobre la sociedad norteamericana, peleándose con globos chinos o con secuestradores mexicanos, siempre buscando nuevos “ejes del mal” a los que abatir con las armas de la democracia y de la no democracia. Por supuesto, ni esta ni ninguna otra consideración debe llevarnos al patrioterismo romántico de años pasados, tenemos muy graves problemas en el país y no vemos caminos claros de solución, en cambio si advertimos las amenazas que se ciernen sobre nuestra comunidad si persistimos en no poner remedio a tantos males.

 

Publicado en El Informador del domingo 12 de marzo de 2023

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