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Pbro. Lic. Armando González Escoto • Director de Publicaciones del Sistema UNIVA

 

En Israel no había periodistas, porque había profetas, en el México actual no hay profetas, pero sí hay periodistas, porque el verdadero periodismo es siempre una vocación profética, la del que anuncia y denuncia por fidelidad a los valores fundamentales de la sociabilidad humana.

Pero también en Israel mataban a los profetas, por eso Jesús les reprocha a sus contemporáneos: “ustedes levantan monumentos a los profetas que los padres de ustedes mismos asesinaron”.

La vocación periodística cuando de verdad lo es, tiene todas las características que definen al ser humano íntegro y comprometido con su tiempo y con su gente, más que reportar, el periodista investiga, más que ofender, el periodista defiende, a la vez que reprocha con valentía las infinitas dobleces de la realidad que construimos cada día en aras de ese otro mundo siniestro y prepotente, donde los bienes de todos son subastados al interés particular.

En un México violento y convulsivo como el nuestro, ser periodista es amar tanto la vida que no importe perderla si con ello se contribuye a generar una sociedad mejor y a una vida más plena y diáfana. Parafraseando a Tertuliano diríamos que la sangre de los periodistas es semilla de la verdad, de esa verdad tantas veces incómoda que tratan de sofocar quienes solamente aman su propio interés.

Los poderosos de este mundo quisieran un periodismo “rosa”, dedicado a la difusión de eventos sociales y al elogio incesante de las decisiones de gobierno, un periodismo “positivo” que solamente se ocupara de las cosas amables de la vida y supiera callar todas aquellas que duelen y cuestionan nuestro confort. Un periodismo que dejara de cuestionar y confrontar la visión de los de arriba con los hechos evidentes del resto de la sociedad.

Desde tres frentes diversos y en ocasiones coaligados se emprende la persecución del periodismo en este país: desde aquellos hombres de empresas y negocios que han decidido obtener todo a costa de quien sea y de lo que sea, desde las intocables bandas delincuenciales que mantienen el dominio real de México, y desde no pocas instancias de los gobiernos establecidos en los niveles federal y estatales.

“¡Ay de ustedes, cuando los hombres hablen bien de ustedes!, ¡Porque de la misma manera trataban sus padres a los falsos profetas!” previene Jesús a sus oyentes, porque así como hay periodistas heroicos y en ese sentido, proféticos, también en Israel hubo falsos profetas, tal y como entre nosotros hay falsos periodistas, que trabajan “por encargo”, porque hay “gratitudes” de por medio que mutilan no sólo la mano que escribe sino sobre todo, el cerebro que piensa; recordemos tiempos no tan lejanos cuando periodistas de mucho prestigio e inexplicables ganancias visitaban a tales o cuales personajes presentándoles dos columnas distintas ¿cuál quieres que publique?, y ¿cuánto ofreces en apoyo de tu elección?

No obstante, este tipo de casos, y a pesar de la violencia sufrida, el periodismo sigue siendo una extraordinaria vocación en favor de la sociedad y de la democracia con todos sus valores, el problema es que los periodistas injustamente asesinados no han tenido padres como los tienen los normalistas de Ayotzinapa, ni otras organizaciones similares capaces de mantener una protesta no eventual sino permanente, colectica y nacional que logre resultados fehacientes.

 

Publicado en El Informador del domingo 20 de febrero de 2022.

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