Mtra. Elena Martínez Garza · Líder de Marketing Digital del Sistema UNIVA
Las organizaciones y empresas son administraciones, no son espacios de entretenimiento, ni prisiones, ni restaurantes, tienen una relación compleja entre la política de su estructura y la creación de valor público. Tienen constante tensión por la producción, por su presente y futuro de sobrevivir en los mercados competitivos, por el logro de metas comerciales y por las personas que la integran.
Xavier Marcet, consultor y estratega para la innovación organizacional, ha mencionado que las empresas necesitan periódicamente cumplir objetivos financieros y que sus integrantes necesitan constantemente tener la sensación de crecer, para ello, ambos, empresa y colaboradores, deberán enfocarse en tres funciones: dar resultados, adaptarse y aprender. Si no dan resultados no serían funcionales, si no se adaptan no aportan, y si no aprenden son incompetentes. Aunado a que las personas deben también gestionar su motivación y tener agendas llenas de significado.
Aunque la empresa sea zona constante y natural de tensión, sus colaboradores se sienten bien cuando su entorno está razonablemente equilibrado, por lo que buscarán la forma de crear un contexto de equilibrio. Procuran ecosistemas, a través de comunidades profesionales, de respeto entre las personas, donde aprenden unas de otras y son capaces de pensar, hacer y dar resultados juntas.
En las organizaciones, los resultados de rentabilidad y los comportamientos de su personal, chocan constantemente, llevándose de paso la dignidad. La empresa reconoce que cuenta con buena gente (talento), y sabe que la tensión rutinaria deja de lado el talento de las personas, y no solo eso, lo reemplaza. En las últimas décadas, las empresas han incremento la manera de sustituir el esfuerzo humano por tecnología precisa, ágil y sin errores. Es la hora, y la Inteligencia Artificial (IA) está servida.
Todas las personas en las empresas pueden y deben crecer haciendo crecer, erradicar la postura de crecer a costa de los demás, eliminar la vieja práctica de proyectar superioridad al ensuciar el resultado del otro. Que la empresa sea un terreno de esfuerzo a la inteligencia, y viceversa, y no un espacio en donde se inserte a la IA solo para medir la efectividad de un proceso, o para contabilizar el número de actividades realizadas por los empleados y predecir la productividad.
En esta era, sacar la mejor versión del personal de una empresa no será tarea de la IA, pero sí de las mismas personas, de personas normales, con la capacidad de construir talento, de detectar oportunidades para el desarrollo organizacional desde lo humano, de aquellas que logren disminuir la presión comercial sin atentar contra las relaciones laborales y la jornada digna ¡y claro! Personas que tengan la capacidad de emplear la inteligencia artificial para identificar y lograr equilibrios extraordinarios a pesar de la tensión empresarial.
El menú es basto y suculento, así que ¡Bon appétit!
