Diego Antonio Arizaga Moreno y Cristina Itzel Rodríguez Téllez · Estudiantes de la Licenciatura en Médico-Cirujano, UNIVA Guadalajara
Los movimientos antivacunas han existido desde el origen mismo de las primeras vacunas y han llegado a marcar cuando menos un obstáculo de una de las medidas sanitarias más eficaces de las que se tienen en la actualidad para prevenir, y, en algunos casos, erradicar enfermedades que antaño constituían un grave problema para la salud pública.
A lo largo de la historia se tienen registrados movimientos o posiciones antivacunas, por ejemplo, a modo de breve resumen histórico tenemos el caso de Edward Jenner, quien es el padre la vacunación moderna al haber introducido de manera experimental la vacunación contra la viruela, al usar para ello la secreción de las pústulas de una mujer conocida como Sara Nelmes, logrando con ello el éxito al inmunizar al joven James Phipps. A raíz de este descubrimiento se ganó muchos detractores que señalaban rotundamente que las vacunas no eran seguras o carecían de un beneficio claro para aquellos que eran vacunados. Seguido de ello, tenemos el caso del Dr. Louis Pasteur al momento de desarrollar la vacuna contra la rabia, la cual fue recibida con mucho escepticismo de su funcionamiento y seguridad, aunque la experiencia y las vidas salvadas anularon las dudas y oposiciones de la gente.
Posteriormente, tenemos el caso de la oposición a la vacunación contra la poliomielitis, en el que se afirmaba de manera contundente que la vacunación podría ser peligrosa debido a reacciones secundarias contra la preparación de las vacunas, algo que no distaba en aquel entonces de la realidad, debido a que el control de calidad con el que eran producidas esas vacunas no eran del todo eficaces al asegurar que se obtuviera un preparado inocuo para la persona que iba a ser inmunizada, y, por ello, el que se tuvieran casos en los que la vacunación realmente podía ser peligrosa, lo cual era usado como uno de los principales argumentos para oponerse a la vacunación de las personas.
Actualmente, los movimientos antivacunas han resurgido con mayor fuerza a raíz de la pandemia del SARS-CoV-2, dejando parte de la población de lado la inmunización, al igual que los gobiernos, quienes al centrar todos sus esfuerzos en la contención de la pandemia olvidaron la promoción de la vacunación, favoreciendo con ello que enfermedades previamente erradicadas o controladas resurgieran.
En el caso de dichas enfermedades, las cuales antaño se tenían ya erradicadas, han resurgido por el olvido de gran parte de la población, y, por lo tanto, se ha subestimado la importancia de la prevención. En este sentido entra a discusión el término propuesto por la OMS, según el cual la persona toma la decisión de vacunarse si considera que la enfermedad en sí misma es un riesgo grave para su salud.
Uno de los ejemplos que resulta más convincente ha sido el aumento en el número de infecciones por el virus del sarampión, a nivel global los casos notificados a la Organización Mundial de la Salud (OMS) se han incrementado un 79 % en 2023, en relación con el 2022. Además, con base en la información oficial suministrada por la Organización Panamericana de la Salud, se han destacado estadísticas que evidencian que muchos de los brotes ocurrieron en países y en comunidades con baja cobertura de vacunación.
En este sentido, es posible enlistar algunos de los motivos por los que las personas deciden oponerse a la vacunación, tales como: barreras geográficas, experiencias personales, familiares o de la comunidad, religión, cultura, género, nivel socioeconómico (del cual deriva la relación en algunos casos del costo o poder adquisitivo de las vacunas), e incluso, la inmunización como una norma social versus la inmunización como una práctica innecesaria o nociva.
Algunos de los argumentos que utilizan para justificar dichos movimientos son de datos provenientes de estudios antiguos, donde se sugería la posible asociación entre la vacunación y determinadas afecciones, por ejemplo: los especialistas señalan que el respaldo de los movimientos antivacunas se sustentan, en gran medida, en mitos que han comenzado a circular en torno a la vacunación. Ante eso, la OMS aclara: El estudio de 1998 que planteó la posible relación entre la vacuna triple vírica (sarampión, paperas y rubéola) y el autismo demostró ser fraudulento y tener graves sesgos. La revista que publicó esa investigación luego la bajó, y al médico responsable se le quitó su título.
En la actualidad, la baja cobertura de las vacunas en determinadas poblaciones propicia consecuencias tales como:
- Pérdida de la “inmunidad de rebaño”, que es cuando una persona se vacuna no sólo se protege a ella, sino a las personas cercanas, lo que hace que haya un amplio espectro de inmunidad a esta enfermedad.
- Resurgimiento acelerado de enfermedades que ya están controladas, erradicadas o a punto de erradicarse y que ante un bajo control epidemiológico podrían resultar una grave amenaza para el mundo.
- Junto a esto se describe que son anzuelo para la creación de pandemias, que tendrían impacto, social, económico y de salud, como ya se vivió previamente.
Además, a esto se agrega el hecho de que menos gente adquiere información confiable y carente de respaldo científico; como sucede con los grupos antivacunas para promocionar sus ideas. Es importante que los esfuerzos de la salud pública y de las campañas anuales por la salud se dirijan nuevamente a educar a la población general respecto de los beneficios de la vacunación, disipando las dudas que puedan tener las personas producto de discursos infundados por determinados grupos, que ponen en tela de juicio la experiencia obtenida de años de inmunización de la población y de la cual se han obtenido enormes beneficios sin resultar en un gasto mayor a los países tanto desarrollados como en vías de desarrollo, sin resultar en una carga mayor para los sistemas de salud menos elaborados y/o equipados para atender a la población.
Es indudable que estamos ante un punto de inflexión en el que es posible que pueda alterarse el modo en que la salud pública funciona gracias al mensaje de estos grupos, generando una regresión en el estado de salud de la población.
Por medio de lo expuesto previamente, se invita a la comunidad científica a hacer uso de todas aquellas herramientas tecnológicas que faciliten el acceso a la salud y permitan prestar un servicio orientado a educar a los individuos para la salud, con información clara y comprensible, basada en fuentes científicas; para de esta forma, disminuir los efectos de los influenciadores u opositores que han afectado profundamente la salud de las poblaciones.
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