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El choque de dos modernidades: Estática y Líquida, impacta a la industria de los videojuegos y a los artistas pop estilizados en China

Por 18 noviembre, 2021abril 25th, 2023Líderes de Opinión, Voces UNIVA

Dr. Fabián Acosta Rico · Docente-Investigador UNIVA Guadalajara

 

Desde de sus milenarios tiempos imperiales, China ha sido una sociedad totalitaria con una organización de colmena donde los individuos saben cuadrarse a las disposiciones de una autoridad ungida por el don de Dios o por la voluntad del pueblo expresada en los principios e ideales de una revolución. Los individuos, súbditos o camaradas, en su uniformidad de conciencia han sido educados por la tradición o la ideología para obedecer y sacrificar sus aspiraciones personales a ideales más elevados consonantes con la prosperidad del pueblo.

Con el triunfo de la Revolución Comunista China, encabezada por Mao Zedong en 1949; llegó la modernidad al país más poblado del mundo; pero una de tipo orwelliana o totalitaria. Nada que no supieran los chinos. Pasaron del confucionismo que los hacía solícitos a la autoridad del emperador, al marxismo maoísta que los troqueló culturalmente para subordinarse al partido comunista hasta el grado de sacrificar por él, su bienestar e incluso la vida. El maoísmo instauró una sociedad de productores o de proletarios adoctrinados para hacer posible el sueño marxista de instaurar el comunismo.

El comunismo como bloque de naciones conoció su ocaso en los años 90 del siglo pasado: pocas naciones se mantuvieron fieles a él como fue el caso de China, Corea del Norte y Cuba. China tuvo la particularidad de abrirse a la economía de mercado; manteniendo en lo político y social la organización y verticalidad del modelo maoísta. El mercado bajo las reglas del capitalismo establece un tipo de modernidad dinámica, líquida en los dichos de Bauman, en la que impera como elemento social el consumidor. Esta modernidad es antitética y contraria a la del Estado totalitario, a esta modernidad estática supervisada en su funcionamiento por los órganos reguladores y fiscalizadores del Estado.

En China perviven en una misma sociedad ambas modernidades en un singular Estado que parece funcionar al grado de contar con la economía que más ha prosperado en estas últimas décadas amenazando con desplazar a Estados Unidos en su condición de primera potencia mundial. En China hay una relativa libertad en lo económico, subsistiendo con el autoritarismo en lo político. A la luz de esta dicotomía político-económica, se puede entender lo que está ocurriendo en este país donde el gobierno ha iniciado una abierta cruzada contra los videojuegos en línea acusándolos de ser, por su nivel de adicción, sumamente perniciosos para los niños. Por decisión de Pekín quedó establecido que los menores de edad sólo tendrían tres horas a la semana para poder jugar en línea: repartidos entre el viernes, sábado, domingos y por excepción los días festivos de 8 a 9 de la noche.

La disposición del gobierno fue dada a conocer por la Administración Estatal de Prensa y Publicaciones, organización encargada de regular las publicaciones impresas y digitales en China. Con la restricción vino aparejada un grado mayor de supervisión, las compañías de videojuegos en línea serán monitoreadas por las autoridades para comprobar que realmente estén actuando en consecuencia y apego a esta campaña contra la adicción a los videojuegos. Entre sus obligaciones estarían negarles sus servicios a los menores fuera de los horarios establecidos y el de verificar la identidad de los usuarios para evitar que una misma persona pudiera registrar varias cuentas bajo distintos seudónimos.

Con sus 665 millones de gamers, China es el más grande mercado de videojuegos del mundo; cuenta con exitosas empresas dedicadas a esta industria como Tencent y NetEase cuyos intereses económicos se vieron afectados por la disposición del gobierno la cual señala que por encima de los intereses de las corporaciones está la salud mental y física de los jóvenes, el activo más importante del Estado del cual depende su continuidad.

Es evidente que China circula en un sentido contrario a los marcados por la ruta del progresismo cuya norma canónica es facultar, en la medida de lo posible, mayores libertades a una sociedad de consumidores ávidos de poder elegir un amplio abanico de mercancías y experiencias dispensadas por el mercado. En México debatimos y polarizamos opiniones en torno al uso lúdico de la marihuana; en China el Estado hace valer sus facultades totalitarias y autoritarias cuando juzga necesario imponer regulaciones estrictas en un pasatiempo como los videojuegos en línea por considerarlos tan adictivos y perniciosos como una droga y más cuando son consumidos por menores de edad. Este tipo de decisiones que coartan libertades, el Estado no está acudiendo al consenso ni siquiera de los padres de estos jóvenes gamers; aplica sus propios criterios quizá con algún respaldo científico; pero siempre llevado por las directrices de su ideología; referente último capaz de despejar cualquier duda; y esta ideología es obvio la maoísta consustancial a la modernidad estática o pasada.

Otro tema donde el gobierno chino ha impuesto su criterio regulador inapelable en recientes fechas es la prohibición de que salgan en televisión hombres afeminados o con otras estéticas “anormales”.

En la segunda economía mundial se ha implementado una medida abiertamente homofóbica insinuando que la cultura gay promueve la confusión y el caos en las sociedades. La Administración Nacional de Radio y Televisión señaló que los programas deben promover la cultura tradicional china, la cultura revolucionaria y la cultura socialista. Tanto la tradición como la ideología de la sociedad china resultan patriarcales y machistas para los parámetros de la otra modernidad, la líquida. Esta postmodernidad, según las valoraciones del gobierno de Xi Jinping, a mal influenciado a la sociedad china, sobre todo a los jóvenes, a través de industrias culturales, de masas y trasnacionales, como la japonesa y surcoreana con sus artistas, cantantes y actores, de aspecto elegante y aniñado que han sido imitados por algunas estrellas pop chinas. Las autoridades chinas advierten que estas celebridades del pop, tanto nacionales como extranjeras, incitan a los chinos a no ser lo bastante masculinos según lo dictan los cánones de la tradición y de la ideología.

La sobrerregulación en el consumo online de videojuegos y la restricción para que aparezcan en televisión hombres desapegados a los parámetros de masculinidad fijados por el Estado; ambas medidas podrían ser calificadas de retrógradas o contrarias al progresismo tan declaradamente pro gay, feministas, ambientalista, libertario… no obstante el presidente Xi Jinping insiste que las disposiciones de su gobierno obedecen al llamado del rejuvenecimiento nacional que implica un mayor control sobre los negocios, la cultura y la religión.

El régimen chino en una suerte de malabarismo ideológico le apuesta a su propio modelo de modernidad que más que reconciliar, empalma la estática y la líquida enseñándole al resto de las naciones que se puede aspirar al avance tecnológico y económico sin tener que reducir las capacidades de censura y regulación del Estado y sin sacrificar los valores tradicionales de la sociedad y los principios ideológicos del régimen.

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