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Mtro. Jorge Iván García Morando, Coordinador de Proyectos Sociales y Religiosos • Plantel Guadalajara

 

En el momento en que expresamos ¡vive el presente! No nos referimos a un simple sentido de vivir el momento como efímero o fugaz, como aquello que definió a la posmodernidad, sino como aquella acción que tiene que ver con el asumir nuestro estado de conciencia y disposición por vivir en la realidad en la que nos encontramos. De ninguna manera se trata de olvidar el pasado y dejar el futuro, más bien, consiste en insertarse en la realidad presente, es decir, vivir cada instante con presencia del presente en tanto que implica tener una capacidad de adaptarse a la realidad. No se confunda con el “acostumbrarse” de la realidad, puesto que nadie debería de acostumbrarse a la violencia, al maltrato, a la deshonestidad, a la infidelidad, a la calumnia, a la corrupción y a las condiciones que denigren a la dignidad humana. Es por ello que el vivir el presente con presencia significa, haberse dejado conmocionar por dicha realidad para emprender una serie de acciones que ayudaran a transformar nuestra condición humana global, porque a partir de esta conciencia del vivir, podemos afrontar el instante del presente desde otro enfoque y con nuevas estrategias, por un lado, tomamos conciencia de nuestro entorno y, por el otro, delimitamos el presente.

Conciencia y delimitación del presente son las dos acciones que el hombre pone en juego a su personalidad: puesto que de ello depende el cómo se van afrontar las condiciones de la realidad; de ello depende el asumir el sentido de responsabilidad y compromiso con lo que se vive y con quien se vive; de ello depende el sentido de felicidad con el que se quiera vivir, puesto que basta un instante del presente, para que esto denote una eternidad. Recordemos el evangelio de Marcos 9, 2-10 “En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia…Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro le dijo a Jesús: <<Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías>>” donde el instante del vivir el presente se torna la eternidad, dado que el escuchar a Cristo es, asumir la lógica de su ministerio pascual, ponerse en camino con Él. Este instante presente o este vivir el presente con presencia, es lo que les significó a los discípulos que, en vez de quedarse en lo sublime de la experiencia, Jesús les invita a seguir su camino y a estar dispuestos a <<perder la propia vida>> (cf. Mc 8, 35) por aquel a quién se ama. De igual manera, quisiera recordar un fragmento del poema Carpe diem atribuido a Walt Whitman:

No dejes que termine sin haber crecido un poco,

sin haber sido un poco más feliz,

sin haber alimentado tus sueños.

No te dejes vencer por el desaliento.

No permitas que nadie

te quite el derecho de

expresarte que es casi un deber.

No abandones tus ansias de hacer de tu vida

algo extraordinario…

No dejes de creer que las palabras, la risa y la poesía

sí pueden cambiar el mundo…

Somos seres, humanos, llenos de pasión.

La vida es desierto y también es oasis.

Nos derriba, nos lastima, nos convierte en

protagonistas de nuestra propia historia…

Pero no dejes nunca de soñar,

porque sólo a través de sus sueños

puede ser libre el hombre.

No caigas en el peor error, el silencio.

La mayoría vive en un silencio espantoso.

No te resignes…

No traiciones tus creencias. Todos necesitamos

aceptación, pero no podemos remar en

contra de nosotros mismos.

Eso transforma la vida en un infierno.

Disfruta el pánico que provoca tener

la vida por delante…

Vívela intensamente,

sin mediocridades.

Piensa que en tí está el futuro y en

enfrentar tu tarea con orgullo, impulso

y sin miedo.

Aprende de quienes pueden enseñarte…

No permitas que la vida

te pase por encima

sin que la vivas…”

 

Publicado en El Semanario Arquidiocesano de Guadalajara del domingo 29 septiembre de 2019