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Pbro. Lic. Armando González Escoto • Director de Publicaciones del Sistema UNIVA

 

Damos por hecho que la finalidad de la mercadotecnia es engañar, pero no es así. La mercadotecnia en todo caso tendría que definirse como el arte de informar y publicitar honestamente acerca de ideas y productos con la finalidad de que el público, enterado, los adquiera.

Pero existe, sabrá Dios desde cuando, la publicidad engañosa, y con tal prodigalidad, que la gente acaba por no distinguir entre la veraz y la mentirosa. Que una azotea pueda convertirse en Acapulco si se usa tal o cual producto, o que una cubeta se vuelva una lavadora si se emplea determinado detergente, era apenas el tímido inicio de una publicidad que oscilaba entre la seducción y el engaño. Hoy nos dicen que una almohada quita el insomnio, que hay productos que alivian todas las enfermedades, que los alimentos artificiales son iguales o mejores que los naturales. Pero donde parecen haberse quebrado todos los límites éticos es en la mercadotecnia política.

Las actuales campañas ofrecen un escenario donde las medias verdades, las medias mentiras, el maniqueísmo galopante y el cinismo extremo tienen la batuta, ningún partido se considera capaz de hacer campaña si no es agrediendo a los demás, la muy podrida afirmación de que “nosotros sí haremos lo que nunca han hecho los otros”, sólo puede entenderse en sentido negativo, y una mercadotecnia dedicada a enlistar todos los errores, desaciertos  y corruptelas del partido en el gobierno, lo único que logra es recordarnos que exactamente lo mismo han hecho quienes ahora denuncian a sus sucesores.

Solamente los nuevos partidos, los que nacieron ayer, carecen de pasado, aunque luego se pueblen de los egresados de los partidos de toda la vida, dispuestos a aprovechar la ingenuidad de estas nuevas entidades. No por ello desarrollan una mejor mercadotecnia, ahora volcada sobre todo a que son la opción inédita como si eso bastara para dar mejores resultados. En un país donde todos los partidos, habidos y por venir, son tributarios de un único sistema político, un nuevo partido puede acabar siendo un nuevo soporte al sistema de siempre. Aclaro, entiendo aquí por “sistema político” la estructura de poder creada por los políticos mexicanos con el único fin de perpetuar las condiciones y privilegios de la clase política, tarea a la que se ha de sumar cuanto partido exista. Nada que ver con la definición jurídica según la cual México es una república democrática representativa y federal, eso es solamente el maquillaje.

Junto a la mercadotecnia oficial de los partidos en campaña, existe otra mercadotecnia, directa o indirectamente relacionada y, en ocasiones, subvencionada, y que hoy día se expresa sobre todo en  las redes sociales, la de los opinadores espontáneos, tremendistas, agoreros del próximo fin de la democracia, de las libertades, de las instituciones, como si la sociedad no pudiera tener otras opciones, sistemas o estructuras que las que ha tenido en los últimos doscientos años, periodo de tiempo en que jamás hemos conocido la democracia, ni tampoco es que hayamos hecho mucho por conocerla y sobre todo vivirla y exigirla.

Por lo pronto, las campañas no hacen sino confirmar el bajo concepto que de nuestra inteligencia tienen políticos y mercadólogos.