Dr. Juan Manuel Madrigal Miranda • Docente UNIVA Uruapan
Desde el origen del ser humano en la Tierra, la convivencia y la supervivencia solo han sido posibles debido a cierta paz y armonía, ya expliquemos esto desde las religiones, las ciencias o el sentido común.
La paz y vida cotidiana requieren de cierto orden (nomos) lo cual, depende de reglas, normas y leyes. Cuando se analiza la historia de las culturas y civilizaciones madre, siempre aparece en el origen el orden público, una Ley Suprema: lo sagrado, como fuente de amor divino y la justicia. La justicia es el intento de la aplicación del bien en asuntos prácticos de una sociedad específica.
La esencia de lo sagrado radica en el reconocimiento de que el milagro de la vida es absolutamente valioso en sí mismo, de que existe el misterio del universo y la vida, y entre esos seres está el enigma del ser humano: el “yo” y los demás.
Pronto el ser humano se dio cuenta de que en la existencia de la sociedad, la salud personal, física y mental, es una condición de convivencia. Para garantizar esta salud surgió la religión, el Estado (Gobierno), la medicina física y mental (psicología), la ética y la espiritualidad.
Es importante tener presente que la salud mental, en términos generales, es la capacidad de amar maduramente (respeto, responsabilidad, cuidado, justicia, ternura y conocimiento) lo cual, no es simple enamoramiento o pasión ciega.
Los dos principales obstáculos para la salud mental son el egocentrismo y la fijación (adicción) al placer. El egocentrismo (narcisismo) es la raíz de la soberbia, la ira ciega, la avaricia, lujuria, pereza, gula y la envidia (Defectos de Carácter). El narcisismo produce fantasías destructivas.
El placer es medicinal pero cuando es excesivo, su abuso (adicción), ya sea con sustancias, personas o circunstancias inadecuadas, se transforma en un terrible y mortal veneno. Los Defectos de Carácter se hacen carácter social, cultura colectiva e instituciones; formas públicas de ser.
Quizá el autoengaño más grande es el creer que si reconocemos que el amor maduro es lo más valioso y sagrado, entonces ya sabemos amar. Esto es una enorme mentira. Amar maduramente requiere constancia, disciplina, perseverancia, sabiduría, fe y esperanza. Este engaño lleva a la anomia (caos).
La cumbre del conocimiento y de la sabiduría es anclarnos en que estamos hechos para el bien, la justicia y el cuidado del uno al otro, esto es el amor maduro. La salud mental, la ética y la espiritualidad son lo mismo, y son posibles en gran medida por el cultivo metódico de la atención y concentración en la bondad y la justicia. Orar, por ejemplo, sin atención y concentración en el bien, entonces es inútil.
El reto para una vida y sociedad sana es el ruido y la sobre estimulación sensorial, el ruido interno (monologo inútil negativo y las emociones destructivas) y externo (autos, bocinas, contaminación visual, exceso de radio, TV, celulares, etc.).
El contacto con la naturaleza y su serenidad, los bosques, selvas y jardines, nos dan belleza, paz y alegría de vivir. La paz y la justicia social (equidad y bien común) son inseparables. El mejor ritual y ceremonia es desinflar nuestro ego, yo falso, nuestro culto al narcisismo. Así dejamos de vagar perdidos y enfermos en el miedo y sinsentido. Hay que reencantar al mundo con la reeducación del valor de lo sagrado…