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La voluntad no es una palabra

Mtro. Miguel Camarena Agudo • Encargado de Corrección y Estilo del Sistema UNIVA

 

Hay que saber quién es uno, y ello confiere –creo que confiere-

al menos una pequeña reserva interior.

George Steiner

 

He escuchado en repetidas ocasiones que todo tiene una razón de ser. Y a mí me da un poco de risa porque en un anarquismo existencial no parece haber alguna. Quizá por eso me dan flojera los filósofos nombrados sistemáticos y me he enfocado durante mi vida a leer más sobre aquellos pensadores vitalistas y goliardescos. Al respecto Nietzsche dijo: “Desconfío de todos los sistemáticos y me alejo de su camino. La voluntad de sistema es una falta de honradez”. Me gustan más esos pensadores que con aforismos, alegorías, metáforas, le confieren un sentido especial a las cosas. Me resultaban más accesibles, y pienso, describieron aspectos más cercanos y profundos de la existencia humana; “los malos escritores sólo rozan la vida”, sentenció Bradbury. Considero que la vida tanto real como puesta en letras es para comérsela antes de que la muerte venga y nos devore. Es menester llenarla con arte para que ésta se vuelva un arte.

Hablando de sistemáticos hace unos años compartí departamento con un viejo camarada de la prepa, el cual estaba haciendo un doctorado. Al verlo tan clavado en sus lecturas y escritos, al grado de cancelar cualquier tiempo para divertirse, me daba escalofríos. No comprendía cómo una persona podía sacrificar tanto tiempo en algo tan serio. Pero bueno, quizá le apasionaba aunque en su proceso manifestó síntomas de dolor y cansancio. Al ver esos malestares, pensaba “nada que genere sufrimiento puede ser bueno”. Por eso desistí en algún momento de meterme a un doctorado. Además, me da mucha flojera leer cosas por obligación, a estas alturas del partido lo más saludable y digno, para un lobo en edad madura, es poder leer y hacer lo que a uno le guste y le venga en gana.

Desde luego, con lo anterior no quiero caer en la promoción de la seudolibertad tan en boga, más bien apegado a la visión de “libertad” de Albert Camus donde se hace referencia a un conjunto de responsabilidades para con los demás, más allá de los privilegios y la inconsciencia con que algunos la practican, disfrutando el día a día llenándonos de experiencias significativas y no de vacíos constantes e insuperables. Hace algunos días, por cierto, bien decía un amigo “el actuar éticamente radica en pensar antes en el otro”. No me dejarán mentir, conocemos a muchos que no se salen de su mundito y sus ínfimos intereses, importándoles un bledo lo que los rodea. Esos animales están por todas partes y son peligrosos porque son mayoría y algunos incluso nos gobiernan. No por nada George Orwell en su fábula de “Rebelión en la granja” nos regaló una imagen en la que los animales de la granja y los seres humanos son indistinguibles. Pero eso nos debe tener sin pendiente hay a quienes les gusta el lodo y jamás saldrán de él, es su naturaleza y nada pueden hacer contra eso.

Volviendo al tema de lo que se hace con la libertad, es preocupante ver cómo muchas personas en lugar de enriquecerse consumiendo contenidos de calidad (ya no digo leyendo) o aprendiendo cosas se la pasan a diario husmeando en redes sociales la vida de los demás, viendo tonterías en plataformas o clavados con reality shows. Si supieran que la vida es tan corta y el tiempo apremia, tratarían de darle un contenido de mayor valor a su espíritu.

Facundo Cabral dijo alguna vez acerca de la belleza que la gente no la conocía porque no se las habían presentado, pero también se trata en términos nietzscheanos de un empeño de la propia voluntad. De una búsqueda por trascendernos a nosotros mismos. Cuántos siguen repitiendo el mismo esquema de vida de hace cinco años o diez, siendo optimista.

Eso es comprensible hasta cierto punto pues somos producto de un entorno socioeconómico que ha determinado nuestra consciencia, como decía Marx, pero eso no debe ser una limitante ni una justificación a seguir repitiendo una misma historia y el mismo despilfarro de tiempo y carne. Por lo que aconsejo no confiar en alguien que vive sujeto a la misma gravedad que ha mantenido a las piedras atadas al suelo.

Es necesario pues un acto de rebeldía ante cualquier circunstancia cómoda y demoledora de la voluntad. Sin este ímpetu difícilmente hubieran florecido el arte, la ciencia, las humanidades y mucho menos las personas. William Faulkner hacía énfasis en tener siempre las antenas encendidas para captar la realidad y lo que de sui generis tiene ésta, pero para ello primero es necesario apagar la pantalla; salir al mundo libremente llevando consigo los cinco sentidos bien prendidos y la curiosidad a tope, esto sin dudas nos ayudará a dejar a aquello o aquellos que nos estorban.

¿Es posible vivir carente de buenas lecturas y arte sin causar daño al entorno y la comunidad? ¿Es conveniente crecer como ejotes despreocupados y esparcirnos por la superficie? ¿Por qué no dejar en paz a estos seres con tal de que lo social continúe creciendo como una franca metástasis?

                                                                                                                Guillermo Fadanelli