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Abraham Flores • Alumno de la Licenciatura en Producción de Medios Audiovisuales

 

Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz

sino haciendo consciente la oscuridad

-Carl Jung

Siempre me ha llamado la atención la trayectoria de una estrella fugaz, es sencillo recordar cuando uno de estos seres de luz pasa frente a nuestros ojos atravesando de manera casi rebelde la oscuridad del inmenso cielo nocturno que se abalanza sobre nosotros. Me asombra lo efímero de su presencia, aparecen y desaparecen en un latido de corazón. Son breves, bellas e inesperadas, como la vida misma.

Si te detuvieras unos minutos a analizar a profundidad la vida de estos entes cósmicos te darías cuenta que nuestro periodo de vida por este mundo es absurdamente más escurridizo que el de ellos, por una diferencia de bastantes millones años. Nuestra vida pasa ante los ojos de alguien más como una estrella fugaz, claro está el ejemplo de nuestros padres y abuelos, que un día nos están abrazando y mimando, cuidando de nosotros; y en un lapso de tiempo, que pareciese dura lo que un pestañeo, sus pequeños ya no son sus pequeños ni ellos conservan el rigor que les han cobrado los años. Es el ciclo de las cosas, el constante pase de antorcha de una generación a otra se convierte en el sustento que de alguna manera (siempre de alguna) asegura la adaptabilidad al cambio de la humanidad.

Algo similar sucede en la bóveda celeste, miles de estrellas mueren noche con noche, pero otros miles de ellas también nacen para hacer lo que mejor saben hacer, su principal cualidad: portar consigo la luz a través del negro infinito. El objetivo de vida de estos astros es tan evidente como poético, también es complejo, algún escéptico las tacharía de dementes si pudieran escuchar, y es que hay que admitir que utilizar luz propia para hacer frente a la eterna oscuridad parece un acto (si se le pudiese llamar así) que requiere valentía de sobra, algo a lo que nosotros seguramente llamaríamos un esfuerzo inútil (claro, como si a los astros le importase lo que es útil o inútil para la humanidad). No obstante, el esfuerzo de ninguna estrella por si sola será equiparable jamás al deleitante espectáculo cósmico que nos regalan cuando brillan todas juntas en el firmamento, es el brillo de todas ellas, el que realmente consigue el propósito de traer una bocanada de luz al vasto universo. Es la suma de todos los resplandores individuales lo que realmente genera una diferencia dentro del abismo; dando como resultado constelaciones, galaxias y planetas.

Es aquí cuando se hacen un poco más evidentes las similitudes que hay entre ellas y nosotros; partiendo del hecho de que el cuerpo humano está conformado por los mismos elementos químicos que cuerpos celestes que colapsaron lanzaron al espacio millones de años atrás es difícil no llegar a la misma conclusión que Carl Sagan planteo décadas atrás: somos polvo intergaláctico. Nosotros los humanos estamos hechos de los mismos materiales con los cuales una estrella brillaba hace cientos de siglos, y al igual que ellas siempre hemos requerido del trabajo colectivo para sobrevivir y solo así es como se han creado las maravillas más grandes de la historia, se han poblado continentes enteros y hasta se ha terminado con las guerras más sangrientas. Es en la toma de consciencia colectiva cuando logramos trascender más allá de nosotros mismos y nos encausamos a algo más trascendental que sólo seguir nuestros instintos o proteger nuestras ambiciones.

Nuestra visión se expande hacía lo infinito cuando volteamos a ver a los que tenemos al lado y logramos darnos cuenta que quizá solos brillamos, sí, pero en conjunto con ellos somos como un sol, o mejor aún, como una lluvia de estrellas, tan luminosa y alucinante, donde cada uno de sus pequeños componentes es indispensable para hacer posible ese espectáculo, pero donde también cada uno de ellos ha decidido ver más allá de sí para hacerlo realidad. En esta lluvia podemos ver pasar tantas sensaciones, tantas historias… tantas vidas. Vidas tan breves y efímeras, como la nuestra, como la de una estrella fugaz pasando frente a nuestros ojos…

Me es increíble pensar que gran parte de las estrellas que vemos regadas a lo largo del cielo ya no existen más, y que lo que contemplamos allá arriba no es más que un fulgor fantasma. Se vuelve difícil contener el sinfín de pensamientos que surgen a raíz de estas reflexiones, pero hay algo que me ha gustado como conclusión de ellos: nosotros somos la vida después de las estrellas.

Estamos hechos para brillar, para combatir con nuestra luz la oscuridad en la que se puede convertir la existencia, al igual que lo hacían nuestras antepasadas, pero eso solo se logra si trascendemos más allá de nosotros mismos y tendemos la mano al prójimo. Sólo trabajando todos juntos seremos una fascinante y necesaria lluvia de estrellas.

Debes permanecer borracho de literatura para que la realidad no pueda destruirte

-Ray Bradbury