Mtra. Laura O. Robles Sahagún · Coordinadora de Alumni y Bolsa de Trabajo UNIVA Plantel Guadalajara
Estos meses de verano han sido históricamente sellados por ser época de graduaciones, de cualquier nivel educativo, incluso para diplomados, cursos cortos y hasta las ya muy comunes de preescolar. Este año, sencillamente se rompió la tradición y no hubo estas ceremonias.
Quienes concluyeron una etapa de preparación no tuvieron acto académico y mucho menos fiesta o viaje de graduación. Se acabó la ilusión muy pronto. Quienes se graduarán en diciembre también tienen dicho temor y surge el cuestionamiento de si alcanzarán a tener o no las ceremonias tradicionales y en efecto, nadie sabe a ciencia cierta lo que pasará.
Por su parte, las escuelas y universidades están haciendo su mejor esfuerzo no solo por cumplir con la obligatoriedad de entregar documentos a sus egresados, sino porque sea de una manera lo más acogedora y festiva posible. Pero dicen los alumnos que nunca será igual.
La familia también es partícipe de esta lamentable circunstancia y tratan, a su forma y posibilidades, de que no pase desapercibido el día y en las redes sociales hemos atestiguado cientos de mini-graduaciones caseras.
Y sí, podría no ser igual porque falta la solemnidad del acto, la vestimenta, el nervio de “no me vaya a caer con la toga”, las porras y gritos de las familias, la pelea por ver cuál cámara queda más cerca del presídium, las últimas fotografías grupales, las lágrimas de despedida, las risas de las anécdotas y los sueños de ser grandes profesionales. Los padres orgullosos, los abuelitos llorando de la felicidad, los hermanos tratando de ser serios; los famosos “foráneos” que llevan a toda la familia y la convivencia se hace de varios días… en fin, miles de anécdotas que se pueden contar.
Los graduados que pasaron por varias generaciones, pero por fin lo lograron; los que se llevan las porras y los vítores por ser los mejores promedios o por destacarse en su desempeño. Los que prefieren la discreción, los que no pueden mantenerse callados ni en esos momentos o los que “sin querer” pasan por un ataque de risa y van contagiando a sus compañeros. Todos ellos serán llamados “la generación sin graduación” y serán el parteaguas porque, de aquí en adelante, los protocolos no podrán ser iguales.
¿Importa el acto académico? ¿Importa la graduación? Por supuesto que sí, para la mayoría sí, porque es el objetivo logrado, la meta que solo ellos saben cómo pudieron pasarla. No podemos menospreciar el sentimiento que embarga a quienes tenían la ilusión de graduar y festejar. Pero también creo que es tiempo de tener la mejor actitud, como aquellos que, desde sus carros adornados con globos y letreros, con la familia completa, vestidos con toga y birrete, recibieron su diploma y hasta el claxon sonaron. Ahora sí que cada quien le pone la actitud al momento que quiere vivir.
Publicado en La Crónica de Hoy Jalisco del viernes, 31 de julio de 2020.