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El Adviento como identidad

Dr. Fernando Sánchez Martínez • Docente de Ciencias Sociales y Humanidades UNIVA

 

En la actualidad, la cuestión de la identidad tiene un papel preponderante en las relaciones sociales. Ello implica un entramado de posturas e ideas que se manifiestan continuamente en las redes sociales, en el imaginario social que marca tendencias. De ahí que la identidad tenga una importancia en el desarrollo de los pueblos, no solamente por sus características culturales y sociales, sino desde el individuo, la identidad le permite pertenecer a un contexto determinado en el cual se desenvuelve, se relaciona y esto le proporciona un crecimiento social, psicológico, educativo y especialmente religioso.

Desde esta perspectiva es que la identidad cristiano-católica en la actualidad, cobra una importancia capital ante las manifestaciones de la sociedad posmoderna, ya que incluso algunos teóricos de distintos enfoques llegan a hablar de una identidad cristiana en tiempos de poscristiandad, entendiendo esta situación como aquello que en otros tiempos se podía manifestar en las actitudes de las vidas cristianas, el día de hoy, tienden a desaparecer o a dejar de cobrar importancia para la vida de muchos creyentes o bautizados en general, o para decirlo de otro modo, para hacerse comprender, la identidad cristiana tal vez tenga que buscar nuevas formas de diálogo y manifestación, ya que “el problema nunca es sólo la identidad cristiana, sino la identidad cristiana de alguien. Y cada época, cada misterio personal forma parte también de la configuración cristiana” (González Faus, 1980).

Es aquí donde este segundo domingo de Adviento, sirve de anclaje identitario para las diversas manifestaciones de vida cristiana, especialmente de dos formas; la primera, consiste en la preparación moral de la persona para recibir a Jesús y reconocerle, ya que nos sale al encuentro especialmente en los desprotegidos o rechazados por la sociedad, el migrante, el homosexual, los pobres, los desplazados, los golpeados por el destino, aquellos que como sociedad hemos hecho a un lado o ni siquiera hemos reparado en ellos por su condición económica e incluso política. La segunda manera está fundada en la esperanza de que al final de los tiempos Jesús volverá, lo que conocemos como el juicio final, el cual es un juicio en el amor, es la espera de la felicidad eterna, la cual el hombre solo puede encontrarla en su Creador.

Por lo que el Adviento es una excelente oportunidad de preparar el camino hacia una identidad cristiana centrada en la dignidad de la persona, que nos lleve a reconocer a Jesús en los más desprotegidos y rechazados por la sociedad, donde avancemos juntos hacia un mejor presente, ya que “nadie puede pelar la vida aisladamente. Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia adelante” (FT, 8), y el Adviento es un herramental litúrgico por demás adecuado.

 

Referencias

 

 

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