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La cultura del «encuentro»

Mtro. Jorge Iván García Morando • Coordinación de Proyectos Sociales y Religiosos

 

La existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás:

la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro.

Fratelli tutti, Papa Francisco

La visita del Papa Francisco celebrada hace unos días atrás, nos recuerda la importancia que tiene el «encuentro» como una de las características de su pontificado. Y será en la visita a la región de Ur en Irak donde se celebró el «encuentro» entre las diferentes expresiones religiosas, diversas entre sí, pero que comparten un sentido y anhelo por la vida y la paz en común, entendiendo que el encuentro es “un caminar en compañía con el otro que es distinto y diferente, recordando que somos peregrinos y peregrinamos juntos; es la posibilidad de superar las divisiones y realizar la plenitud, confiando el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas, y mirar ante todo lo que buscamos: la paz en el rosto del único Dios”, dice el Papa Francisco en Evangelii gaudium. Es decir, el «encuentro» se da en un momento significativo para la humanidad, en la Llanura de Ur de los Caldeos, un lugar que nos remite a los orígenes y fuentes de la obra de Dios, al lugar donde nacieron las religiones monoteístas –judíos, cristianos y musulmanes– y otras religiones que se hermanan con estas.

En aquel lugar donde Abrahán escuchó a Dios y en el que dio inicio al cambio de nuestra historia. Fue en este lugar donde Dios pidió a Abrahán «mirar el cielo y las estrellas» (Gen. 15,5) que no es otra cosa más que la conmoción que nos debe generar al contemplar que compartimos un espacio en común, un lugar que nos hermana a todos y nos permite disfrutar del «encuentro con el otro», es un espacio en el que “el más allá de Dios nos remite al más acá del hermano”, nos dice el Papa Francisco. Es un lugar que es fuente de fe y esperanza, de misericordia y encuentro, de paz y armonía, de solidaridad y fraternidad con los otros, en fin, es un lugar que nos debe exigir tener una actitud de apertura en la verdad y en el amor que caracteriza el diálogo con el creyente que, como condición necesaria para la paz en el mundo, siempre se construye con la aceptación del otro, no con su rechazo. Por ello, la «cultura del encuentro» se da en el reconocimiento y en la necesidad por el otro, con el sentido de igualdad en dignidad y derechos; desde la expresión de la solidaridad que mueve conciencias y genera exigencias y compromisos morales, sean como virtud personal o como principio social ordenador; en última instancia, el «encuentro» privilegia el diálogo y la reconciliación que, hoy más que nunca, requerimos apelar a la verdad, a la justicia, al perdón y a la memoria, así como lo expresa San Agustín en su libro X de Confesiones: “desde que te conocí, permaneces en mi memoria y, la esperanza, no está sino en tu grandísima misericordia”.