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Autorreflexión: El quehacer del arquitecto en la docencia

Gabriela Lucía Navarrete Peralta • Docente UNIVA Querétaro

 

El presente texto es un breve relato acerca de cómo la arquitectura me llevó a esta aventura de la docencia, y para abordar este tema los pondré un poco en contexto; soy arquitecta de profesión; a mi papá le hubiera encantado que siguiera sus consejos cuando estaba por tomar una de las decisiones más importantes en la vida de todo joven y él me decía: “estudia para doctora o para maestra”, pero firme en mi decisión, elegí la carrera de arquitectura a pesar de ser consciente de lo que implicaba económicamente como en esfuerzo; debo reconocer además que no me visualizaba, por ejemplo, teniendo en mis manos la responsabilidad de una vida (como lo hace un cirujano) o al frente de un salón de clases. Pasaron los años de formación académica y cuando me invitaron a trabajar para una institución pública dedicada 100% a la prestación de los servicios de salud, mi inmediata reflexión fue: “¿qué hace un arquitecto en un hospital?” A pasado el tiempo y aunque mi trabajo no es precisamente frente a una mesa quirúrgica, si lo es tras bambalinas, mi desempeño laboral es en el área de planeación y diseño de hospitales, así que puedo decir que no me canso de trabajar al servicio de esta noble institución; ya que en la arquitectura hospitalaria siempre hay algo por hacer y mejor aún, algo nuevo por aprender, así que la experiencia que he forjado me llevó a esta segunda labor: la docencia.

Creo que mi papá ya me veía trabajando en un hospital, solo que el destino se encargó de colocarme no como usuaria de éstos, más bien aportando en su diseño. Para el tema de la docencia basta decir que el día que le platiqué a mis padres que un compañero y amigo de la carrera me había recomendado para dar clases en una universidad (específicamente para la asignatura de diseño de hospitales), mi papá me felicitó y me dijo que él sabía que yo sería maestra, por lo tanto, creo que cumplí su deseo y en lo personal, me llenó de satisfacción darme cuenta de que al final de la historia nuestros padres saben lo que hacen y nos dicen.

Cuando empecé en esta aventura de la docencia, no conocía nada de “saberes” o de “competencias” y debo admitir que tuve días de frustración, ya que mi formación académica no incluyó ni clases para diseñar hospitales, ni mucho menos para ser docente; pero pronto llegó un diplomado y éste fue la mejor herramienta que he recibido para estar al frente de un grupo. Hoy, puedo decir nuevamente que la planeación es elemental; los alumnos no se dejan llevar por una clase improvisada, porque éstas son evidentes y de alguna manera, etiquetan el desempeño de cualquier docente. Es lo mismo cuando planeamos un espacio para su diseño, ya sea una habitación o un hospital, no debemos improvisar porque el resultado evidentemente, no será del todo satisfactorio. Del mismo modo el alumno merece ser guiado para que pueda enfrentarse a la construcción de un verdadero conocimiento y pueda llevar a cabo dinámicas no solo para “pasar” un tema, sino para que puedan replicar y obtener resultados que los preparen para actuar ante diversas situaciones en su desempeño profesional.

Para concluir esta reflexión debo mencionar que no importa cuál sea nuestro campo de acción, la vida nos da la oportunidad de trabajar en equipos multidisciplinarios en los que debemos comprender y compartir tecnicismos inherentes a cada carrera y he aquí, la habilidad para identificar diversas áreas de oportunidad que existen sin importar la profesión; el destino nos da la pertinencia de compartir el conocimiento adquirido. En lo personal, mi sensación de egoísmo por enseñar es prácticamente inexistente, ya que ha sido toda una etapa de autoconocimiento que me ha permitido descubrir lo satisfactorio que es y ha sido para mí la labor docente. Hoy tengo no solo la posibilidad de incentivar a los alumnos en el conocimiento, sino también la oportunidad de seguir aprendiendo.