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Adviento: La certeza de Su presencia

Dra. María Cristina Martínez Arrona • Jefa de Universidad a Distancia

 

“Cristo no vino a iluminar nuestros diciembres,

sino a transformar nuestras vidas” (Rich Miller)

 

Del 1 al 22 de diciembre celebramos el tiempo de Adviento, periodo de preparación para la Navidad. El propósito de estas cuatro semanas es exhortar a los creyentes a preparar el camino (el corazón, la familia, las relaciones, el contexto en el que nos desenvolvemos) ante una certeza: el Señor llega, Dios está y sigue presente en nuestra vida.

Cada espacio litúrgico lo acompaña una pedagogía propia, signos y símbolos relacionados con el sentido de la celebración, el objetivo de la Navidad es conmemorar uno de los grandes misterios de nuestra fe: Dios se revela a Sí mismo, es el ‘Emmanuel’, Dios con nosotros. A partir de ese acontecimiento histórico, se subraya el valor y lugar que tiene la dignidad de la persona humana, centro y culmen de la creación, la cual podemos vivir a plenitud si tomamos a Jesús como camino, verdad y vida (Jn 14,6).

Este año que estamos despidiendo, el 2019, se ha declarado como el más violento de la historia de México, de ahí el preguntarnos ¿en realidad Dios está en nuestro cotidiano, en nuestras decisiones, opciones y relaciones? La finalidad última de los tiempos litúrgicos es dar sentido y razón de ser a nuestro día, a lo frecuente, a lo habitual; esto implica orientar nuestra motivación y actividad al servicio de la dignidad de la persona humana y de la casa común, a trabajar por crear un ambiente de estabilidad y de paz, ofreciendo nuestro Ser como expresión de amor, “son las relaciones con las personas lo que da sentido a la vida” (Von Humboldt, 1767-1835). El Amor es la fuerza que recrea la vida.

Adviento significa que Dios viene al hombre y lo hace porque el ser humano es capaz de acogerlo. Es común, observar personas cuyo centro y motivación no son las personas, sino el poder adquisitivo a través de cosas materiales y placeres personales; el afecto se alimenta a través de seres vivos como las mascotas, convertidas en los amigos incondicionales, estamos ante una cultura que alimenta el amor del eros, que mueve las emociones, pero no fomenta, ni cuida las relaciones. Crear un ambiente de miedo, desconfianza, amenaza ante la presencia y llegada del otro es todo lo contrario al sentido propio de la Navidad, de ahí la necesidad de este tiempo de preparación.

Navidad busca despertar la presencia del otro y fortalecer así nuestras relaciones, conectar con el Espíritu y trascender desarrollando una actitud de gratitud, alegría, y esperanza. Tiempo de alimentar el amor de philia y de agape, y junto con ello, un ambiente de armonía y sana convivencia. La apertura a un «tú» capaz de conocer, amar y dialogar sigue siendo la gran nobleza de la persona humana (LS 119).

 

Publicado en El Seminario Arquidiocesano de Guadalajara del domingo, 1 de diciembre de 2019.