Pbro. Lic. Armando González Escoto • Director de Publicaciones del Sistema UNIVA
Somos los sobrevivientes de una historia de epidemias que a lo largo de dos millones de años han asolado a la humanidad, haciéndola más fuerte pero nunca invulnerable.
En la memoria escrita de los seres humanos, por lo que se refiere a la cultura occidental, ninguna nos ha marcado tanto como la “peste negra” que a mediados del siglo XIV mató en tres años a la tercera parte de los habitantes de Europa, un colapso poblacional verdaderamente desastroso. Por siglos ésta y muchas otras enfermedades contagiosas serán endémicas, así la viruela, el cólera, la malaria, el tifo, la influenza, el sarampión, la varicela, etc. Por siglos también los humanos buscarán todo tipo de respuestas a estas enfermedades, con altibajos, avances y retrocesos, hasta llegar a la moderna ciencia médica, sin duda la más destacada de toda nuestra historia, y, aun así, enfermedades nuevas y antiguas siguen retando los mayores avances y las más calificadas certezas.
Justo hace ciento dos años la humanidad enfrentaba una epidemia mundial llamada “influenza española”, que era igualmente un coronavirus al parecer surgido en granjas de Estados Unidos, y que fue luego llevado a Europa por soldados contagiados que iban a combatir en la Primera Guerra Mundial. En ese entonces el virus entró por Francia y luego de tres años se había ya cobrado la vida de cincuenta millones de personas por lo menos.
El SARS por su parte se reveló en el año 2002 como una nueva mutación del coronavirus de la influenza, altamente contagiosa y en determinadas condiciones, mortal, mientras que el dengue, enfermedad tropical cuyo transmisor se ha ido adaptando paulatinamente a mayores alturas, ha resultado ser también una epidemia devastadora que ahora, en México, y más concretamente en Veracruz, se está presentando como otra mutación más virulenta.
En cuanto al COVID19, nombre dado por los científicos a esta nueva forma del SARS y del coronavirus histórico, se destaca su carácter altamente contagioso, si bien, su mortalidad al presente no ha rebasado el tres por ciento de los infectados.
Tratándose de un virus es muy improbable que no llegue a México, desde la antigüedad la movilidad humana no solamente ha transportado mercancías o personas, también enfermedades de todo tipo, como la viruela, traída a América por los europeos del siglo XVI, en tanto que la peste negra fue llevada a Europa por las pulgas que viajaban en el ganado caballar desde el Medio Oriente.
Tenemos la trágica experiencia de la epidemia del dengue en Jalisco, que tuvo el año pasado el primer lugar nacional de infectados, en un escenario chusco donde los responsables declaraban todo tipo de cosas en tanto la población padecía este mal, contándose también varias personas fallecidas. Con el ocaso del invierno y la llegada del calor, reinicia la temporada del dengue, la sociedad, experimentada por los hechos, debe de exigir ya desde ahora la toma de todas las medidas preventivas necesarias para que no nos vuelva a ocurrir lo mismo. Pero también debemos de hacernos todos más responsables en lo que nos toca, ya que las autoridades, aún si hacen lo que deben, no son ni pueden ser la única ni la más efectiva respuesta.
Publicado en El Informador del domingo 23 de febrero de 2020