Pbro. Lic. Armando González Escoto • Director de Publicaciones del Sistema UNIVA
En países como el nuestro, resulta muy difícil para el gobierno en turno, dejar como huella de su paso una obra insigne, es decir, una obra que sea realmente significativa. La dificultad no radica necesariamente en la capacidad económica, sino sobre todo en la calidad de la gestión, es decir, en las cualidades del líder político y de sus equipos, de ahí que a pesar de los límites financieros que padecemos, podamos observar muchas de estas grandes obras en la misma ciudad capital de Guadalajara, dejadas por gobiernos anteriores, por más que en su momento hayan sido polémicas o costosas.
La avenida Lázaro Cárdenas, los túneles de la avenida López Mateos, el puente “Atirantado”, los grandes colectores, las líneas del Tren Ligero, la rehabilitación del barrio de Mexicaltzingo, la Unidad Administrativa del gobierno estatal, los pares viales de Hidalgo y Vallarta, el parque Metropolitano, la Nueva Central Camionera, la conclusión del anillo Periférico y del Macroperiférico, o fuera de la ciudad, la ampliación a cuatro carriles de las carreteras libres que van a Ameca y a Cocula, la carretera Mascota – Las Palmas, etc. son parte de ese muestrario de obras insignes por su permanente utilidad y beneficio para la gente.
También hay que mencionar cómo muchas magníficas obras fueron luego abandonadas y la falta de mantenimiento, disciplina social y previsión arruinaron la inversión hecha en la renovación de banquetas y carpetas de varias calles del Centro, o las redujeron a zonas decadentes y hasta peligrosas, como es el caso del Agua Azul, la Vieja Central Camionera, o las Villas Panamericanas.
El afán protagónico de algunos políticos ha producido igualmente duplicados absurdos, así sucedió que, estando vegetando como elefantes blancos varios edificios de la Plaza Tapatía, se halla preferido invertir en crear nuevos mastodontes como los que se ven ahora sobre la calle Independencia, y que forman parte de la llamada “Ciudad digital”, rodeados de innumerables baldíos, generados por la propia administración, y que permanecen hasta la fecha sin provecho alguno.
La pandemia de las ciclovías es otro buen ejemplo de como una buena idea puede convertirse en una maraña costosa, mal mantenida y con mucha frecuencia inútil por la falta de planeación y continuidad de las rutas. Si en algún momento hubo quien sincronizara los semáforos de la calle Mariano Bárcena – 8 de Julio, para favorecer la ruta habitual de un funcionario, muchas de las ciclovías parecieran haberse hecho con el mismo propósito: hasta aquí llega, porque hasta aquí vive fulano, de ahí para adelante, hágale como pueda.
Lo interesante es que a tres años de la presente administración estatal, todavía no sabemos si habrá obra insigne, sea en lo material que en lo social, pero desde luego que a todo mundo le gustaría poder levantar un extraordinario monumento al político que fuera capaz de erradicar de Jalisco la desaparición forzada de personas, librándonos del deshonroso primer lugar nacional que conservamos en este terrible delito, aún si no resolviese el problema del abasto de agua, o Tlajomulco siguiera sin tren eléctrico. Una obra de tal magnitud opacaría con mucho al Peribús y a cualquier otra iniciativa de orden material que se lograra hacer en los menos de tres años que le restan al gobierno.