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Los privilegios del biciclo

Pbro. Lic. Armando González Escoto • Director de Publicaciones del Sistema UNIVA

 

Por biciclo entiéndase vehículos de dos ruedas propulsados por energía humana, gasolina o electricidad, en pocas palabras, motos y bicicletas. En Guadalajara esta forma de transporte tiene dos vertientes, la laboral y la deportiva, la laboral puede entenderse como medio de transportarse al trabajo o como un medio de trabajo en sí misma. Como medio de trabajo hay que diferenciar los trabajos lícitos y los ilícitos, pues en moto se pueden ver policías lo mismo que bandidos o sicarios.

Lo que predomina es el uso laboral, lícito, y el de esparcimiento, éste tiene los domingos su día de mayor expansión a través de las vías recreativas.

Pero lo mismo en domingo que entre semana, es posible ver biciclos por todos lados, cuyos conductores, de todas las edades, y muy frecuentemente, hacen gala y ostentación de privilegios insospechados.

El primer privilegio de buen número de usuarios es el poder hacer caso omiso de los semáforos, basta con fijarse bien “que no venga carro” para seguir adelante y airosos en su vehículo. Probablemente para ellos, sobre todo los motociclistas, existe un especial reglamento de tránsito que los exime de respetar la luz roja, para ellos siempre está en verde.

Otro privilegio nada despreciable es conducir ignorando el sentido que las calles tengan, lo importante es el sentido en el cual ellos se dirigen, lo demás es obligación que, de momento, solamente rige para los autos de cuatro o más llantas.

Añádase a esta singular concesión la de transitar a todo aire por banquetas, plazas, jardines y vías peatonales, como si la bicicleta o la moto tuviesen el don de atropellar a los transeúntes sin generarles daños, razón por la cual pueden conducirlas a su entera elección. Este hecho permite concluir que, en algún momento, desconocido por la ciudadanía, todo espacio metropolitano fue declarado ciclovía, fecha memorable que ya podría darnos para una nueva fiesta ¿cívica?

Aunque estos hechos los podemos ver todos los días por toda la ciudad, como que se concentran en el rápidamente envejecido “paseo Alcalde”, donde las áreas peatonales se comparten amablemente con todo tipo de ciclistas y motociclistas, pese a que éstos tienen no una, sino dos ciclovías, según el sentido al que vayan.

Los motociclistas por su parte ofrecen a la comunidad el espectáculo cotidiano del deporte extremo que practican, rebasan por todos lados, culebrean entre los autos, los atoran si van “checando” el celular, o se atraviesan raudos y veloces, aunque el semáforo esté en rojo, máxime si son repartidores de alimentos, labor exponencial a partir de la pandemia, y que exige, entre otras cosas, que los pedidos lleguen calientitos y a tiempo, por más que bien batidos.

Pero no nos admiremos, a fin de cuentas no son sino un reflejo de la misma sociedad caótica que hemos construido, una sociedad en la que las normas de convivencia se han  deteriorado por el imperio del propio interés por encima del ajeno, de crecer pensando que no existe otra ley que la propia, pero sobre todo, en una sociedad sin cultura cívica y sin autoridad que la haga respetar; en los años recientes, los agentes de tránsito pasaron de ser temidos a no ser vistos por ningún lado, ausencia de autoridad que malamente todos hemos aprovechado con consecuencias lamentables.

 

Publicado en El Informador del domingo 7 de noviembre de 2021.

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