Pbro. Lic. Armando González Escoto • Director de Publicaciones del Sistema UNIVA
Llevan semanas en guerra la universidad pública y el gobierno estatal, y esa batalla equivocada nos está dejando nuevas enseñanzas y todavía más dudas y confusión. ¿Qué es lo que vemos?
Que también el dinero público se usa para pagar campañas de difamación cuando los políticos se pelean.
Que también el bien común queda sometido a los intereses de los políticos en combate, lo cual muestra que jamás les importó. Hasta las causas más nobles se vuelven relativas cuando está en juego el poder.
Ha quedado muerto y sepultado el ideal de una madurez democrática desde el momento en que los políticos dan al traste con todo apenas sienten amenazados sus intereses, no su autoridad, de la cual carecen.
Muy pronto hemos regresado a los tiempos del infantilismo político en que las gracias y los favores solamente se otorgaban a quienes mostraban total sumisión y ausencia de crítica a las acciones del gobierno. También a la nefasta época en que la insumisión traía consecuencias que se reflejaban en la nómina, en el presupuesto, en los cargos.
El canibalismo político que parecía en vías de superación se viste ahora de color naranja, y ahí donde debería haber actitudes honestas, lo que queda son banderías, aquello de que “hay que ser amigo de Platón, pero más amigo de la verdad” aquí no se entiende, si eres amigo de Platón, lo debes respaldar haga lo que haga, diga lo que diga, la verdad se ha vuelto ociosa, de nuevo se ha perdido el ideal de funcionarios maduros e independientes.
Ya no podemos creer ni en la urgencia de un hospital ni en la bondad de un museo, ni en la causa justa del agua para Jalisco, ni en la lucha en favor de un parque situado en Huentitán, ni sabemos si las universidades deben o no deben volver a la presencialidad, en razón de la salud de alumnos y profesores, o si ésta debe sujetarse a los intereses políticos puestos en juego, todo ha sido enlodado por la guerra sucia de los líderes que a lo que se ve, ocupan cargos para los cuales no tienen el perfil que los tiempos requieren. Tampoco sabemos si la función de la universidad pública es el servicio a la sociedad o el sometimiento a los acuerdos del gobierno, como tampoco entendemos si la universidad es un adalid creíble de la democracia o del caciquismo, o si la guerra que vemos es entre visiones altruistas opuestas pero conciliables, o una vulgar lucha entre inmobiliarias.
Ojalá y los nuevos alcaldes electos tengan la dignidad, la inteligencia y sobre todo la madurez política y la honestidad, para advertir que es la sociedad quien les pagará sus servicios, y que este servicio no deben comprometerlo en gratitudes de partido ni en banderías, ojalá llegué el día que un funcionario público, en el momento mismo de ser electo, renuncie a ese sistema corrupto de “te promuevo como candidato para que me apoyes en lo que sea…para que me cubras las espaldas…para que hagamos negocio…”, todo, menos para que el funcionario desarrolle un servicio valioso, avalado por todos, que lo ponga por encima de partidismos y guerras sucias. Hay ausencias y presencias que hieren la ética de la democracia.
Publicado en El Informador del domingo 5 de septiembre de 2021.