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Del neoliberalismo, “libre mercado” y el “progreso”: Bernard Mandeville y el cambio climático

Dr. Juan M. Madrigal Miranda • Docente UNIVA Uruapan

 

Actualmente, en el convivir de la vida cotidiana se constatan existencialmente algunas de las creencias dominantes en la mayoría de la población, esto se hace evidente en sus actos: trabajar para tener lo mínimo y subsistir, otros para tener más, con la mira de acumular dinero y posesiones, pensando que entre más se acumule es mejor pues trae seguridad y el disfrute de la vida mediante el consumo de personas, objetos y servicios. A este estilo de vida le ayuda la mercadotecnia con sus estrategias de manejo de las necesidades, deseos y fantasías.

Las escenas anteriores se dan dentro del marco de una inusitada violencia hacia las personas (homicidios, secuestros, ejecuciones, robos, extorsiones, etc.), otra dirección de la violencia es hacia el ambiente y la naturaleza: cambio ilegal de usos de suelo, tala clandestina, contaminación de ríos, lagos y presas, contaminación de aire, suelos, flora y fauna, etc.

Interesantemente se ve que la mayoría de los seres humanos actualmente andamos en estado de trance, hipnotizados pues casi hacemos nada para revertir esas dos formas de violencia arriba mencionadas, es un suicidio masivo…, pero ¿Por qué nos comportamos así? Es evidente que el egocentrismo nos pone en estado de trance, nos sumerge en la inconsciencia, en la irresponsabilidad, víctimas de nuestros propios defectos de carácter: avaricia, gula, ira ciega, pereza, lujuria, envidia y soberbia. No cuidamos nuestra propia salud física y mental, ni a nuestros semejantes y mucho menos a la biodiversidad.

El egocentrismo (narcisismo) se nutre de ciertas creencias falsas, pero fascinantes, como la creencia de que progresamos si tenemos más dinero y poder para consumir más, lo cual constituye la felicidad, que ser inteligente y realizarse es poder tener más placeres… Históricamente hay un personaje clave quien redondeó esta ideología que ha conformado al siglo XIX, XX y se hace drama en este siglo XXI, se trata de Bernard Mandeville (1670-1733).

Mandeville fue médico, filósofo, poeta, economista y político. Nació en Holanda, pero vivió y murió en Inglaterra. Fue famoso en la cultura europea de la Ilustración, y hoy día sus sátiras y agudas ideas vuelven a estar sobre la mesa de las discusiones sobre adónde va la humanidad y el planeta Tierra.

Su famosa “Fábula de las Abejas” sintetiza sus creencias: el ser humano es egoísta por naturaleza, y solo desea placeres, su esencia es la pasión de vivir en la abundancia de bienes y deleites sensuales; hay personas más inteligentes y astutas que otras y en su libre afán de placeres puede acumular bienes y poder, y al disfrutar así, dado que vivimos en sociedad, los “vicios” (placeres) de los ricos (casas, ropa, joyas, vehículos, alimentos, licores, sexo, drogas, servicios, etc.) dan trabajo a los que tienen menos dinero, y la caridad, compasión y sus obras (orfanatorios, escuelas públicas, asilos, etc.) son actitudes y obras parasitarias pues no puede haber sociedades ricas y felices sin egocentrismo, capacidad competitiva y sus productivos “vicios” (placeres, comodidad, seguridad).

Así, Mandeville lo resume todo en su famosa frase: “vicios privados, bienestar público”, es decir, el propio interés (egocentrismo, avaricia, el fraude, el lujo, el derroche, el consumo de personas y cosas) dan espontáneamente el bienestar público. Mandeville también expresa abiertamente que sin una gran masa de pobres no puede haber prosperidad, y que es importante mantener a las masas laboriosas en la ignorancia porque así hay más posibilidades de tener menos competidores en la lucha por amasar dinero y poder.

Mandeville fue y es un prístino espejo, para que la ideología asumida por el liberalismo económico y su ética mercantil, vea su verdadero rostro. El “bien común”, creen, viene del mal de mucho y que los valores humanistas y espirituales solo sirven para crear zánganos.

Desde su época Mandeville fue criticado por grandes científicos y humanistas como el propio Adam Smith, el obispo y gran filósofo Berkeley, Kant, Herder, Shaftesbury, Montesquieu, Diderot, Holbach, Rousseau, etc. Uno de sus principales críticos fue el escocés Francis Hutcheson (1694-1746), quien fue profesor de Adam Smith y David Hume. Hutcheson hacía hincapié en el bien común como valor ético más elevado, en la responsabilidad política. Sostenía que el ser humano es bueno por naturaleza, y que por lo tanto era clave elegir los grandes valores humanistas como la humildad, la honestidad, la compasión, la justicia, la fraternidad, pese a todo, y ya hablaba de las “siniestras” consecuencias de la ideología de Mandeville.

Mandeville se mueve entre la sátira, el humor, el cinismo, la psicología y la crítica incisiva al modo de producción y estilos de vida que observaba, revela su doble moral, su hipocresía, y lo hace desde su convicción de que el motor del ser humano son las pasiones, no la razón, la cual es una víctima de los deseos sensuales y de poder sobre otros, incluso para él el altruismo es un disfraz del narcisismo.

Mandeville también creía que la frugalidad (consumo moderado) es un obstáculo para construir una sociedad próspera, rica, con abundancia, ya que va en contra del mercado y su circulación de mercancías. Por esto Mandeville aboga por el lujo y el derroche sin el cual –dice, no es posible una sociedad poderosa. La moral y la ética impiden el progreso-afirmaba. De este mal (“plagas y monstruos”) nace el bien social “como los polluelos de los huevos”. La sencillez, honestidad y mesura destruyen al panal de abejas. Los vicios, para Mandeville, son una gran fuerza, energía, imprescindibles para una sociedad rica y feliz, y son precisamente los “hábiles políticos” quienes pueden convertir los vicios en bien común.

Así para Mandeville el cimiento de la sociedad no es la solidaridad, la empatía, la bondad, el amor, la justicia, la honestidad, sino el afán de poder sobre otros y la búsqueda de placer, seguridad y comodidad. Las religiones, éticas, -piensa-, son incompatibles con el bienestar de la mayoría. Las religiones en realidad enseñan a los seres humanos a ser hipócritas “desde la cuna”. Los panales solo existen porque hay abejas poderosas y viciosas, tratar de purificarlas destruye al panal. Es el propio mal esencial del ser humano quien verdaderamente lo educa, la bondad humana es una quimera, cuando la actividad del mal cesa entonces el panal se muere.

Mandeville, como es difícil ver, sigue siendo un agudo pensador actual, y desde principios del siglo XVIII su ideología se puso sobre la mesa del gran debate sobre las formas de organización social y el papel de la ética, los modos de producción y el sentido de la vida, y en particular, el papel del comercio en todo este escenario, con su “mano invisible” (“Providencia”) ordenadora de la vida social, el liberalismo y el neo, el individualismo y el bien común, la cuestión de la división del trabajo, las economías alternativas, el utilitarismo, el emprendurismo, la relación entre el bien y el mal, los valores, hábitos y virtudes, el papel del Estado, el pesimismo sobre la naturaleza humana, el ateísmo, la desigualdad social, el manejo de las masas pobres económicamente, la educación y la ignorancia, la polarización de las clases sociales, etc., ante todo esto Mandeville nos ha puesto un gran espejo para vernos realmente como somos…

El asunto se torna muy interesante cuando miramos a la civilización desde el tiempo y contexto de Mandeville, su visión e ideología, y el gran desafío: el cambio mundial de clima con sus efectos que ponen en riesgo la existencia humana y a toda la biodiversidad, al alterarse la bioquímica y física planetaria, los equilibrios ecosistémicos que permiten el milagro de la vida en esta esfera azul verde.

Sabemos claramente que un punto clave en la sustentabilidad es el control de las emisiones de CO2 a la biosfera, debido a las emisiones de gases invernadero de la industria, especialmente de los países más ricos económicamente (China 30%, USA 15%, India 7%, Rusia 5%, Japón 4%) donde se producen o financian la mayor parte de las mercancías en este planeta y de donde provienen la mayor parte de los residuos y contaminantes.

El neocapitalismo y su globalización, después de mercantilizar a la sociedad y a su cultura ahora está capitalizando a la naturaleza, convirtiendo al agua, bosques, suelos, fauna, flora y energías naturales, en factores de producción. Las trasnacionales ya se adueñaron de gran parte del ciclo hidrológico de la Tierra y de su fotosíntesis, de la energía solar captada por las plantas. Este escenario no fue imaginado siquiera por Bernard Mandeville. Su ideología ha sido y es un factor clave en el consumismo, la violencia hacia personas y ambiente, el calentamiento global y cambio de clima, con sus fenómenos, riesgos y desastres.

Al leer esto y comprenderlo deja uno de maquillarse de “inocente”, y también los amigos incondicionales del capital ya no deberían quejarse ante la violencia de los carteles pues son fruto de su ideología. La historia de la naturaleza y quienes han dado su vida por el amor, la compasión y la justicia, como Cristo, Buda, Gandhi, Hidalgo, Morelos, Teresa de Calcuta, M. Luther King, el Che Guevara, Mandela, etc., contemplan desde la eternidad a los hijos adoptivos de Mandeville en su quehacer diario y estilo de vida…

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